Ya antes he señalado que existen diferencias entre hombres y mujeres. Más allá de las obvias - relativas a la anatomía masculina y femenina - por lo general los machos tendemos a ser más racionales y las mujeres más emocionales (aunque hay excepciones).
Pese a estas diferencias, nos queremos, nos buscamos y nos necesitamos mutuamente; y en ese sentido, por lo general es el hombre quien cede. Tal como decía mi sabio padre, “los hombres somos de algodón y las mujeres de hierro”. El tema se pone interesante cuando existen discrepancias “importantes”, aquellas que pese a no tener la trascendencia para hacerte terminar, son una “piedra en el zapato”, que no te deja avanzar con tranquilidad.
Para mí, lo peor es querer cambiarte. Llamativo es el caso de mujeres que buscan “amoldarte a sus estándares”. Te conocen y se enamoran de ti de una forma, pero apenas ya te “tienen seguro”, empiezan a “pedirte cambios”: que dejes de frecuentar a ciertas personas, los panoramas solo son cada vez más espaciados, la vida se vuelve un monopolio absoluto de la pareja. ¡Qué lata! Así como hubo vida antes de la pareja, también la hay más allá de ella.
La desconfianza; otra lata, desde que te revisen el correo o el celular, hasta que se metan a tus redes sociales. “Buscar fantasmas donde no los hay” es otra característica femenina que me carga. Creo que la confianza se gana, pero si no estás segura de tu pareja, quizás el problema sea tuyo. Conozco personas que gastan mucho tiempo y energía en “celar” a su pareja. Si pusieran ese mismo entusiasmo a alimentar esa relación todos los días, hay que ver que lo pasarían mejor.
Las comparaciones odiosas. Ya sea que te comparen con un ex, o las familias de ambos - para bien o para mal - encuentro realmente lamentable caer en “ese juego”. Cada persona, historia o familia está marcada por particularidades y oportunidades distintas. El sólo hecho de poner el tema es repelente: "¿quién cocina mejor, tu mamá o yo?", "soy más bonita que tu ex, ¿cierto?" Son preguntas odiosas que en nada ayudan a una relación sana.
Por lo general, los hombres somos simples. Reticentes a los cambios, únicos e irrepetibles y nos gusta serlo. Nos gusta tener “nuestro espacio”, ya sea para jugar una pichanga, tirar la talla con los amigos, ver un partido o dedicarnos a un hobbie. El tiempo para uno no es señal de que no las queramos, sino de querer seguir cultivando cosas que nos gustan. Ni hablar de la confianza: Freud está equivocado, no todo el tiempo pensamos en sexo. Por culpa de la famosa imagen de qué hay en la mente del hombre, estamos llenos de mujeres inseguras. No todos tienen una cuenta en Ashley Madison, Tinder o redes sociales para infieles. Si algún día le dejas de gustar, te lo hará saber él o alguien más. ¡Y ni hablar de las comparaciones!. Todos tenemos defectos y virtudes. Entiende, tu ex no era “tan maravilloso”, por algo no están juntos. ¿Las familias? Si tu mamá es más o menos loca que la suya, es problema de ellas; ni tú, ni nadie hará nada por cambiar eso . Insisto, ocupen el tiempo juntos, en mejorar su relación de pareja, y el escaso tiempo libre en relajarse o dedicarse a sus cosas. Nada mejor que no perder la individualidad, de seguro que en ella hay “cositas” que hicieron que ambos se enamoraran. Piénsenlo, de seguro se acordarán de algo.