Es viernes y tu cuerpo no lo sabe. Llegaste cansado del trabajo y sólo quieres tomar una once rica, acariciar a tu gato y dormir como si se acabara el mundo. Pero no, ahí está tu teléfono con mil mensajes de Whatsapp: "¿Salgamos? ¿Qué harás hoy en la noche? ¿Tomemos unas cervezas en tu departamento?" Tomo el teléfono y lo pongo en silencio. Lo alejo de mi pieza y me tiro a la cama pensando: no tengo ganas de salir.
Es algo que suele pasarme regularmente. Trabajar demasiado en la semana implica esperar el día viernes para descansar, no para carretear. Las energías se agotan rápido y ya te das cuenta que ya no tienes 19 años. Entrar a los 30 implica varias responsabilidades y también la pérdida de ganas por hacer cosas. Si bien en mi refrigerador hay varias cervezas, no las quiero beber. Prefiero que estén ahí guardadas para otra ocasión. Sé que una cerveza helada con amigos es la mejor terapia para quitarse el estrés del cuerpo y distenderse un rato, pero no sé de dónde sacar pilas. ¿Qué hago? Ahora tengo llamadas perdidas en mi celular, así tal cual como dice la canción. Miro mi escritorio y tengo una batería gigante de pruebas por revisar. Mejor me levanto y cocino algo, para no seguir pesando tonteras.
¿Y para qué salir si no tengo ganas? Sé exactamente lo que va a pasar. A la primera cerveza, me va a dar un sueño terrible. A la segunda, ya no voy a querer más. Aparte escuchar las cosas que le pasaron a mis amigos en la semana es algo que no me apetece. Sus problemas laborales, de pareja...horrible. Un amigo me dice: "Vamos, yo me pongo con todo". Esa es una sutil mentira, al final la cuenta siempre se termina repartiendo mal hacia mis finanzas, así que mejor no. Veo otro mensaje y es de la chica con la que estoy saliendo. También me propone una velada espectacular, en algún restaurante medio "fifí", me ofrece sushi y después que rematemos todo en mi departamento. Eso me llama la atención, considerando que el sushi y ella son mis debilidades, pero ni eso me motiva. Le digo que no, que tal vez mañana o que nos veamos el domingo en la tarde. No me responde, sólo me deja el visto.
Me preparo un sandwich con un vaso de leche, así de fome. Prendo la televisión y veo si el cable está interesante. Nada, el panorama de hoy es no tener panorama. Mi gato (Leonardo), me mira como diciendo: "Humano, deja de joder. Mejor durmamos y que el mundo haga lo que quiera". Él tiene un gran poder de convencimiento, así que creo que le haré caso esta vez. Dormir es mi destino. Leonardo es mi pastor.