Siempre he conocido intereses románticos de manera tradicional. En el colegio, la universidad, por amigos en común o en Tinder (que, aceptémoslo, es la forma más tradicional en esta década). Algunos han sido buenos, otros..., dejémoslo hasta ahí.
Pero hay gente que tiene la suerte de conocer a su media naranja de maneras más creativas (y, por ende, mucho más románticas). Por ejemplo, te tropiezas y un hombre increíblemente apuesto te atrapa antes de que te caigas. Pero convengamos en que es fácil enamorarte de un extraño en las películas, pero en el mundo de carne y hueso, no tanto. Aunque no faltan los afortunados.
Ejemplo perfecto de esto: mi ex. Ok, uno de ellos: mi primer pololo importante (y el más alto... lejos, así como por una cabeza y media)
Según tengo entendido, esto pasó más o menos a mediados del primer semestre de nuestro segundo año en la U, cuando ya habíamos terminado. Mi ex, al que llamaremos Nico, estaba en el paradero cercano para tomar la micro a su casa. De pronto una niña se acercó amigablemente a preguntar qué micros pasan por ahí. Ese fue el inicio de lo que se transformaría en la relación más larga de su vida.
En esos momentos yo estaba con otra persona, y me alegré de verdad por él; porque siempre pensé que era una buena persona y se merecía ser feliz con alguien que lo quisiera de verdad. Pero sí, admito que conocer a alguien en un paradero, subirse a la misma micro e irse hablando todo el camino, es original y me da un poco (sólo un poquito, un cachito, casi nada) de envidia.
Tengo entendido que siguen juntos (han pasado ya casi nueve años, ¡imagínense!), comprobando que los cuentos -modernos- "de hadas" todavía pueden ocurrirle a cualquiera.