Todos quienes tenemos trabajo, estamos siempre pendientes de él, porque es lo que nos ayuda a dar el sustento a nuestras familias. Perderlo, más aún en meses difíciles para nuestra economía, es un lujo que muy pocos pueden darse. Es entendible que el buen rendimiento sea una preocupación constante, pero una cosa es trabajar para vivir y otra muy distinta es vivir para trabajar.
En mi círculo cercano estoy rodeado de trabajólicos y en base a dicha cercanía, es que me atrevo a darles un perfil de estos "maniáticos de las obligaciones":
1. Viven para trabajar: es algo implícito en la definición de trabajólico. Si el día tuviera 30 horas, las trabajarían todas. Se despiertan a mitad de la noche a revisar un documento, se duermen corrigiendo su archivo Excel, atienden el teléfono a sus clientes incluso los fines de semana. Se aburren en el tiempo libre y cuentan las horas para volver a sus labores.
2. Dejan todo por el trabajo o "lo sacan" en cualquier lugar: cuando uno se junta con amigos o familia, es para distenderse, pasarlo bien... pero ellos son capaces de "dejarte tirado" porque los llamó el jefe o se cayó la bolsa de Shanghai. También están los que aprovechan esas reuniones para "hacer negocios": "¿quieres ver el folleto? Vengo llegando de un viaje y traje algo que te puede interesar". Al menos yo, cuando sé que un amigo viaja, le encargo algo si lo necesito; sino, ¡qué lata!. Algunos son tan cargantes como los llamados de call center.
3. Son monotemáticos: un simple "¿cómo estás?" o "¿qué cuentas de nuevo?" es una invitación que puede ser fatal, pues te hablarán de su trabajo. Ok, encuentro genial que a uno le guste su pega y se apasione por lo que hace, pero ¡insisto!, hay vida allá afuera.
4. Son un atado de nervios: si las cosas van mal en "su pega", tendrás que sufrirlo con ellos. Que están bajas las ventas, que tengo que entregar un reporte para mañana o Juanito se mandó un condoro... tendrás que escucharlo /a en sus lamentos, tribulaciones, posibles soluciones. Y ¡ay de ti que no los escuches!. "Claro, no me entiendes, no me escuchas, es que necesito de tu consejo".
Creo sintetizar todo en estos puntos. Los trabajólicos pueden ser muy exitosos, generalmente les va bien, pero son aburridos y generalmente te traspasan su estrés. Debo confesar que conocí casos extremos. A un amigo, su familia lo “secuestra”: se lo lleva a lugares perdidos, donde no llega la señal del celular, para alejarlo de sus obligaciones. Créanme que ha subido 3 cerros para encontrarla y controlar a sus subalternos. Otras, aún con licencia médica, no dejan de conectarse con el trabajo, pese a que su salud no se los permite.
Trabajar 24/7 no es bueno para nadie; ni para ustedes ni para sus familias. Todos tienen a alguien que los espera en casa: una mamá, un papá o hijos que también merecen su atención. Es cierto que “al ojo del amo engorda el ganado”, pero recuerden que hay un mundo fuera del trabajo, un mundo que espera por ustedes.