¿Te ha pasado que, cuando estás pololeando, todos los hombres te jotean? ¡A mí también! Y aunque estaba profundamente enamorada, no pude evitar fijarme en un par de galanes demasiado minos. Les dejé en claro que respetaba mi compromiso, por lo que sólo cultivamos una tranquila amistad.
Pero al cabo de un año mi relación llegó a su fin. Me las sufrí todas y decidí guardar luto por unos meses. ¡Qué pena más grande! Menos mal que logré salir adelante, y volví a sentir la alegría que siempre me había caracterizado. De pronto me encontraba soltera, ¡y con todas las ganas de gozar!
Entonces recordé a los dos minazos que me habían estado rondando cuando pololeaba. Revisé sus perfiles de Facebook para comprobar si estaban disponibles y, al parecer, no habían moros en la costa. Como los dos me gustaban, decidí probar suerte con ambos. Y no, ¡no fue de suelta! La verdad no me tenía tanta fe, y sólo lanzaba el anzuelo para ver a cuál de los dos pescaba.
El problema fue que ¡los pesqué a los dos! Ambos estaban solteros, y a los dos le pareció una buena idea salir a tomar un juguito. Bueno, pensé, quizás alguno desista después de la primera cita. ¿Para qué hacerme tanto caldo de cabeza? ¡Estoy soltera, y hago lo que quiero!
De la boca para fuera, claro. Y es que la culpa no tardó en llegar, sobre todo después de besar a cada uno de los galanes. Ambos eran muy lindos y tiernos, y no podía decidirme. Así que… ¡seguí saliendo con los dos! Por un lado disfrutaba, y por otro sentía que me consumirían las llamas del infierno.
Al final uno de los guapetones, el más romántico, me dijo que quería algo serio conmigo. Después de rechazarlo (quería seguir disfrutando otro ratito), seguí portándome mal con el galán más liberal. Duró poquito, eso sí, ¡porque la gracia era portarme mal con los dos!
Y tú, ¿has salido con dos chicos a la vez?