No hay mujer que no ame darse cuenta que bajó de peso. Bueno, eso y ¡las ofertas! Cuando ambas cosas se juntan, forman una de las mejores combinaciones. ¡Y me pasó a mí! Resulta que entré a una tienda a comprar urgente unos pantalones de tela. Cuando entré al probador, me encontré que los de mi talla de siempre me quedaban grandes. No un poco sueltos, sino grandes.
Tomé los de la talla más chica, fui a pagarlos y me dijeron que estaban con descuento. Ahí mi felicidad no pudo ser mayor. Salí de la tienda sintiéndome regia y sin que mi billetera se fuera tan liviana.
Saber que bajaste algunos kilos sin habértelo propuesto es maravilloso, más aún después de unas vacaciones con tanta terraza, after office y picoteos alrededor. Aparte, encontrar ropa buena, bonita y barata en un mundo donde abundan las telas de mala calidad y fabricación china, no es para nada fácil.
Ustedes, ¿han pasado un momento así de increíble?