El embarazo es una de las etapas más hermosas en la vida de una mujer. En lo más profundo de tu cuerpo, se está formando una nueva vida: la de quien será, probablemente, la persona más importante de tu existencia. Sin embargo, algo que podría empañar parte de la felicidad de aquellos meses es la aparición de la diabetes gestacional, una verdadera convidada de piedra.
¿Cómo es que surge este trastorno así, sin previo aviso? Pues bien: la gestación de un bebé exige un importante gasto energético. Para cubrir la demanda de manera eficiente, el organismo modifica la cantidad y asimilación de la glucosa, aumentando el almacenaje de grasas y los niveles de insulina. Tal ingeniería interna facilita el rápido desarrollo del pequeño hacia el fin del embarazo, junto con mantener una reserva de energía para la madre (que ya ha alterado su metabolismo por completo).
La glucosa cumple un rol trascendental en todo este proceso. Se requerirá de altas cantidades para lograr que el feto crezca en forma adecuada, considerando que consumirá alrededor de un 50% de las reservas que su progenitora tiene de este azúcar. A fin de facilitar un mayor aporte al bebé, el cuerpo materno desarrollará algún nivel de resistencia a la insulina. Es en estas circunstancias que la embarazada estará más propensa a padecer la temida diabetes gestacional, en especial si adiciona otros factores de riesgo, como:
1. Ser mayor de 30 años
2. Antecedentes familiares de este padecimiento.
3. Sobrepeso al momento de quedar embarazada.
4. Exceso de líquido amniótico.
5. Haber tenido un hijo cuyo peso al nacer bordeara los 4 kilos.
6. Haber sufrido previamente un aborto espontáneo.
7. Ser hipertensa.
Si cumples con estas condiciones, es importante que seas rigurosa a la hora de controlar tu embarazo, y estés atenta a la aparición de síntomas tales como sed excesiva y anómala, fatiga, náuseas, aumento de las veces en que requieres orinar, visión borrosa o pérdida de peso. En caso de ser diagnosticada con la enfermedad, deberás seguir una dieta estricta y medir permanentemente tus niveles de azúcar, junto con incorporar a un diabetólogo en tu staff médico de confianza. Así, evitarás complicaciones tales como un retardo en el crecimiento de tu hijo, malformaciones congénitas, parto prematuro, tendencia a la obesidad o predisposición a padecer diabetes tipo II, entre otros riesgos.
Recuerda que el estado de gravidez es hermoso, pero nos vuelve especialmente vulnerables. Así que no titubees a la hora de consultar por cualquier anomalía. Sólo de ese modo garantizarás el éxito del proceso, además de dulces recuerdos para la posteridad.