Después de dos años de relación, podía decir orgullosamente que seguía amando a mi pololo como el primer día en que lo vi. Mis sentimientos eran profundos y, a pesar de los altos y bajos que todas las relaciones experimentan (¡ni modo!), nosotros logramos mantener nuestro compromiso.
Sin embargo, algo pasaba. O, mejor dicho, faltaba. Poco a poco empezamos a convertirnos en esas parejas que se dejan llevar por la rutina, y la emoción se esfumó de nuestra relación. Cada encuentro era cotidiano y predecible… no había nada nuevo, interesante, ¡ni mucho menos entretenido!
Pero no me malinterpretes: todo estaba bien entre nosotros. No peleábamos, no éramos celosos ni controladores el uno con el otro. Simplemente faltaba esa pasión y emoción de los primeros encuentros, esa ansiedad y expectación que no te deja dormir porque sabes que al día siguiente verás a tu amado. ¿La recuerdas?
Yo también. Por lo mismo, decidí conversarlo con mi pareja. Lo más divertido fue que él ¡se sentía completamente igual! Pero claro, temía tanto hacerme daño que no me había mencionado nada. Pero tú y yo sabemos que la falta de emoción no significa falta de amor: sólo significa que hay que ponerle un poco más de sal y pimienta a la relación. ¡Y eso hicimos!
Lo primero fue darnos cuenta que pasábamos demasiado tiempo juntos. Siendo sinceros, ¡nos veíamos casi todos los días! Y como más encima compartíamos el mismo grupo de amigos, ni siquiera teníamos “separación de viernes”. Entonces comenzamos a darnos más espacio, para así poder extrañarnos. Yo empecé a salir con mis amigas durante la semana y él volvió a jugar fútbol. ¡Notamos el cambio de inmediato! Un día separados y yo ya sentía el anhelo de verlo otra vez. ¡Cuánto extrañaba esa sensación!
También notamos que pasábamos demasiado tiempo encerrados. Nuestro panorama favorito era cocinar y ver películas. Sí, entrete al principio, pero con el tiempo necesitas hacer actividades al aire libre (yo por lo menos me asfixio si paso tanto tiempo en casa). Cuando nos dimos cuenta de esto, comenzamos a realizar actividades al aire libre, como ir a caminar al cerro o escaparnos a la playa.
Finalmente, me di cuenta de que me había dedicado tanto a la relación que había dejado de lado las cosas que me apasionaban. ¡Con razón sentía tanta falta de emoción! Junté algunas monedas y partí a inscribirme en un curso de danza árabe. Créeme cuando te digo que mantener un espacio propio es súper importante y que, si quieres mantener la emoción en tu relación de pareja, también debes mantenerla en tu relación contigo misma. ¡No abandones aquello que te hace feliz!
Y a tu relación, ¿le falta emoción?