Sí, es cierto: vuelve el abominable horario de invierno. Reconozco que no lo quería para nada. Estaba muy contenta de que se fuera para no regresar. Con él, siento que los días se hacen más largos y las horas, más pesadas. Transcurren más lento que si un reloj de arena las contara. Cuando tu biología señala que son las 12 - o la hora de comer - aún falta. ¡Una lata!.
Tampoco puedo obviar que salir a oscuras de la pega o la U te deja pocas ganas alternativas de disfrutar un rato con tus amigos; ir a tomar algo con ellos, caminar de regreso a casa y contemplar la vida. Sólo quieres llegar y tumbarte en la cama. Los colores del invierno de por sí suelen ser más oscuros. Y si el cielo acompaña ese lúgubre escenario, ¡peor!.
Si sufres problemas de insomnio, seguro esta noticia te cayó fatal. Sí, porque sin duda elaboraste durante el verano un minucioso plan para ordenar el sueño. Y ahora, que venga un grupo de señores a mover las manecillas del reloj oficial echa todo tu esfuerzo a la basura. ¡Tan-tan! Nuevamente te tendrás que acomodar, primero en mayo y luego en agosto.
Pero no todo es tan malo: al menos este horario nos permitirá dormir una hora más (mientras no nos acostumbremos y mantengamos el training actual). Además, igual hay que admitir que es rico ir a tus deberes con los rayos del sol ya esparciéndose por las calles, en lugar de hacerlo en penumbras, con la sola compañía de las luminarias públicas. Y bueno, si a pesar de ello el cambio no te convence, ¡no te preocupes y anímate!: recuerda que sólo durará tres meses.
Ahora cuéntame: ¿te gusta el horario de invierno o prefieres el de verano?