Todos convivimos con alguien supersticioso. Algunos pueden creer que es una ridiculez, mientras que para otros es un estilo de vida o parte de sus creencias, casi como religión. Particularmente no me considero crédulo, pero cuando hay momentos malos, uno comienza a creer que "algo pasa". Ahí, busca en la memoria si pasó bajo una escalera o se cruzó con un gato negro.
No obstante hay gente que lleva estos pensamientos al extremo. Por ejemplo, mi cuñado. Es una excelente persona, como un hermano para mí y lo quiero un montón; pero tiene sus manías. Cada vez que nos juntamos a almorzar, debo tener claro que hay que dejarle el salero en la mesa. Cree a pies juntillas que si alguien se lo pasa en la mano, será pelea segura. Lo más curioso es que cuando pasa, precisamente es él quien se enoja y termina discutiendo. "¿Viste? ¡Te dije que no me lo pasaras en la mano!". Pero lo bueno es que, como es un gran hombre y tiene un gran carácter, se le pasa pronto.
Para mi señora, el tema es el de las cosas rotas. No sólo los espejos: cualquier cosa estropeada que haya en la casa es rápidamente desechada. Según ella, "atraen malas energías" y empieza a contarme del Feng Shui, que una amiga, y bla bla bla. Puedo entender que si se quiebra un vaso, un espejo o lo que sea, éste se descarte, por seguridad de nuestro hijo. Pero de ahí a la mala suerte, creo que hay una gran diferencia.
Y así podría seguir. Hace unos meses vivimos los rituales de Año Nuevo, otro tipo de superstición: las uvas, los calzones amarillos, las maletas y un largo etcétera. Todas esas cosas apuntan a "modificar" el destino. No sé si uno está predestinado, pero sí que todos los días la vida nos pone pruebas. Reconozco que muchas veces he alegado porque he sido víctima de infortunadas coincidencias; pero sigo creyendo que Dios tiene preparadas cosas buenas para todos nosotros, seamos supersticiosos o no.
Ustedes, ¿qué opinan?