Cuando no vives con tu pareja, si bien te comen las ganas de que un día cualquiera aparezca por tu casa - u oficina - con alguna invitación sexy para ti, que esto suceda no siempre es bien acogido. ¿Por qué? No por falta de ganas, o porque no nos resulte mega sensual la idea de tener un vertiginoso y apasionado regaloneo con él, no. Lo que pasa es que a veces no estamos en la mejor condición para que esto acontezca.
Hombres que leen el blog, sépanlo ya: las mujeres requerimos una preparación previa para el momento. Algo así como lo que pasa con las hatun o concubinas del harem, que dedican tiempo a ponerse hermosas antes de encontrarse con Suleimán. Nosotras no vestimos las mejores galas, pero es parecido: nos preocupamos de que la lencería combine - y ojalá sea un poquito más sexy que de costumbre -, que el perfume sea sensual / envolvente, el escote, 100 % llamativo y (algo esencial) de que no haya algún vellito loco por ahí, cosa que suele ocurrirnos bastante a menudo en las épocas de frío.
Nos encantan las sorpresas, pero en este punto en particular preferimos que nos den un par de pistas. Algo que nos haga “anticipar” sus planes y recibirlos de tal forma que sea una experiencia sensual para ambos (y la sorpresa no la lleven ustedes, al encontrar un conjunto de lencería en colores contrastantes o con el print de la dulce - y nada sexy - Hello Kitty).
Y a ustedes, ¿les gustan las sorpresas o prefieren contar con tiempo para ponerse en modo femme fatale?