La mujer se ha ganado, con justo derecho, un trato más digno e igualitario respecto del hombre. Sin embargo, este nuevo estatus hace reflexionar respecto de los roles de la mujer en el siglo XXI.
Hoy debemos decir que coexisten dos posturas. La de la mujer empoderada y la damisela en apuros. Ambas conviven conjuntamente y muchas veces hacen tambalear al hombre respecto de su relación con ellas. ¿por qué? Les explico a continuación.
La mujer empoderada es aquella consciente de la lucha por sus derechos. Es la que sale a trabajar de tú a tú con el hombre. Es la compañera o incluso la jefa. Es multipropósito, se desarrolla de gran manera no sólo como mujer, también como mamá y trabajadora. Es independiente y hasta admirable, tiene opinión, sabe defender sus puntos de vista y logró su espacio a pulso, con esfuerzo y sacrificio. Es simplemente admirable.
Por otra parte está la damisela en apuros. Aquella que por ejemplo no sabe cambiar una rueda del auto o te llama desesperada cuando cree que hay un ratón en la cocina. La que muestra sus sentimientos, es vulnerable y necesita del hombre como amigo, protector y compañero.
Lo que puede sonar como contradictorio, no lo es. Los hombres hemos debido aprender a que dentro de cada una de ustedes existe un poco de ambas. Merecen y han ganado cada uno de los espacios que ocupan en la sociedad. Son tan necesarias como nosotros y siempre tendrán un lado vulnerable, tal como el que intentamos ocultar los hombres. Nos necesitamos mutuamente.
Me gustó la definición de feminismo que la humorista Natalia Valdebenito, cuando dijo que en el fondo es la lucha por la dignidad y derechos de la mujer. Bajo esa premisa, todos deberíamos ser feministas. Todos tenemos una mamá, una hermana, una esposa, una polola, una amiga a quien defender y por quien luchar. Parte del ser hombre en el siglo XXI es convivir con cada uno de los roles de la mujer, brindándoles el espacio y el respeto que se merecen.