Cuando se trata de elegir a una pareja, la verdad es que el amor no es el mejor aliado a la hora de reflexionar y tomar decisiones. Por eso suele ocurrir que a veces tomemos el peor camino, involucrándonos con alguien que es un total y completo "cero a la izquierda". Cuando logramos terminar esas relaciones y pensamos en qué ganancia nos dejó tal o cual pololo, lo cierto es que nos cuesta encontrar algún aporte de aquella etapa de nuestras vidas ¿Existen realmente las relaciones que no dejan nada?. A continuación encontrarás algunas reflexiones al respecto.
Aprendizaje
Cualquier experiencia de vida, sobre todo las negativas, nos brindan un gran aprendizaje. Es verdad que un mal pololeo nos puede dejar llorando y pataleando, haciéndonos sentir algo vacías y arrepintiéndonos por no ser clarividentes para haber espantado a ciertos personajes de nuestro entorno. Pero así como con los años aprendemos a perdonarnos a nosotras mismas, una mala relación también nos enseña cosas sobre quiénes somos, qué es lo que necesitamos y cómo enfrentarnos en el futuro a situaciones parecidas.
Lo que no quieres para tu vida
Una de las mejores formas de saber qué es lo que no te gusta, lo que no te hace bien ni quieres para tu vida, es teniéndolo frente a tus narices. Así sucede con las relaciones: la única forma en que puedas reconocer a los pasteles y saber a cuáles debes espantar apenas los tengas en frente, es conociendo a fondo a uno (o varios). Por eso, si sientes que estuviste con alguien que no dejó nada en tu camino, lo cierto es que te hizo el gran favor de ayudarte a identificar aquellos perfiles de pareja que debes evitar a toda costa.
Fortaleza
Las malas experiencias siempre nos hacen resurgir como el Ave Fénix y nos ayudan a salir de los bajones emocionales mucho más "clever", fortalecidas y con un espíritu renovado. Es por eso que una mala relación nos ayuda a ser más fuertes, a sobrevivir a la mala compañía, a la falta de amor, pero sobre todo nos ayuda a crear escudos protectores para que nadie más se atreva a dañarnos y salir invicto de su cometido. La fortaleza se alimenta y se potencia de tropiezos, por eso los recuerdos negativos también son un aporte para la experiencia de vida.
Equilibrar la razón y la emoción
Ese discurso de que el amor es ciego, sordo, mudo y tonto, está ultra manoseado. Nunca faltan aquellos que aseguran que automáticamente, mientras estamos enamorados, nuestras neuronas se van a dormir una siesta. Puede que en nuestras primeras experiencias amorosas ese cliché tenga algo de verdad, pero a medida que vivimos malas experiencias, aprendemos y cumplimos años, eso de que el amor no tiene cuotas de razón se convierte en una falsedad absoluta. Cada mala relación que se atraviese por nuestro camino, es una nueva oportunidad de aprender a bajarle las revoluciones a Cupido y a seguir siendo mujeres inteligentes, decididas y seguras de lo que queremos, ¡incluso si estamos enamoradas hasta el dedo chico!.
En mi opinión - y sin ánimo de convertirme en la tipa absurdamente positiva que agradece por todo lo malo - , creo que incluso este tipo de relaciones que consideramos "cero aporte" termina enseñándonos algo. Gracias a los pasteles que hemos debido soportar, o esas malas decisiones de involucrarnos con quienes sabíamos que no traerían nada bueno, aprendemos a escuchar más a nuestra cabeza e intuición. Ya sabemos los patrones que no debemos repetir y sobre todo, estamos más preparadas para entender lo que no queremos de nuestras relaciones.
Y bien, ¿sigues pensando que "él" no te aportó nada?