Siempre me ha gustado leer y si bien las historias de amor no han sido mi fuerte -ni siquiera las de vampiros-, un día me decidí a leer algunos clásicos de la literatura donde sabía que los sentimientos se realzaban de manera exagerada. Ya avisada, llegué a Madame Bovary, un libro que está en mi top 10 de los libros más odiados del planeta.
Llámenme bruta, inculta, lo que sea. Pero este libro, escrito por Gustave Flaubert en 1857 y cuyos personajes principales son Carlos y Emma, mereció todo mi desprecio. Más específicamente, ella.
El libro habla básicamente de un matrimonio un poco monótono, el de Carlos y Emma, y como ésta busca emociones románticas montándole los cuernos al tonto del marido. Porque la vida no podía ser tan aburrida y ella necesitaba sentir la pasión, romanticismo y lujo con los que siempre había soñado.
En el libro no comete adulterio una vez, sino tres, siempre impulsada por la búsqueda de su felicidad, y siempre termina con otro más tonto porque esta "felicidad" nunca llega. Si bien para muchos la obra es una crítica a la sociedad superficial de Francia en aquellos años, para otros se trata de una indagación de los sentimientos más profundos de una mujer que no tiene reparo en cometer adulterio para conseguir su idealizado bienestar.
A mí no me molestaba que la mujer fuese la montadora de cuernos, ni que el esposo fuera un pusilánime. Lo que me sacaba de mis casillas era la idealización de las cosas: el amor es bello sin defectos, la gente se casa para vivir en una eterna luna de miel, la pasión sin límites, etcétera. Y no me tomen a mal: yo tengo sentimientos, disfruté mucho de mi soltería, de las cosas intermedias y ahora, del matrimonio. Pero quizás vine con una codificación distinta en la cabeza y si las historias de amor infinito me aburren, ésta - donde además ese amor es tan irreal que nunca llega - me desesperó. Y si, me pareció chocante que Emma fuese un personaje tan egoísta, que hasta a su hija la veía como una carga terrible para su vida.
Todo el libro quise darle dos bofetones a Emma y decirle "wake up and smell the coffee", es decir, "despierta tonta, que la vida no es toda en rosa". Tiene miles de tonalidades y lo divertido es tratar de disfrutar desde las más cálidas hasta las más oscuras. Y claro, queda el legado: el libro como tal es un clásico. Miles de personas lo leyeron y vieron en Emma - tal como veía Flaubert - a una heroína atrapada en los valores de la clase media.
Hay que rescatar que el libro es bastante "de avanzada" para la época. En un momento de la literatura donde reinaba el romanticismo, Flaubert escribe ya un poco en la nueva escuela que empezaba a esbozarse, el realismo. Las descripciones gráficas, el juego con la moral o falta de la misma, hizo que más de uno se ruborizara en ese momento. Bien por él, pero yo con este tipo de clásicos, paso y de largo.