Hay una cosa que siempre he ansiado hacer y que espero concretar una vez que la casa propia (con jardín) deje de ser una quimera: arrojarme sobre el césped para contemplar las estrellas. Cada vez que estoy cansada, con esa fatiga que es mental más que física, cierro los ojos y me traslado a ese escenario de ensueño. ¡Y qué ganas de llevarlo a la práctica!
Esta idea está fija en mi cabeza, aunque no sepa bien de dónde rayos salió. Jamás he experimentado algo similar, pero cada vez que participaba de imaginerías, me trasladaba hasta allá, justo a esa escena. Me veía a mí misma en el césped, mirando estrellas, sintiendo la brisa nocturna en la cara. Obvio, quizás mi fantasía no consideraba la presencia de bichos o los efectos de este mágico momento en la ropa, ja. Y aunque vivirlo pueda ser menos romántico, algún día pretendo experimentarlo, cuando cumpla mi sueño de tener un gran patio.
Debe ser exquisito poder sentir la tierra, la suave textura del pasto y la caricia del viento, mientras elevas la vista al cielo y contemplas esos puntos luminosos. Eso, al tiempo en que reflexionas sobre tu presente y futuro. Y en medio del panorama, ver tu casa: tu refugio, donde puedes compartir con tus seres queridos. ¿Habrá algo más perfecto? ¡Yo me muero por vivirlo!.
Y tú, ¿has contemplado el cielo desde el suelo?