Allí está ella. Mi hermosa pareja. No me ve o quizás no me quiere ver. Seguro se hace la desentendida.
Ya en 3 semanas cumpliremos 7 años juntos. ¡Vaya que nunca lo hubiera pensado!. Antes éramos esbeltos, guapos. La recuerdo delgada, con un cuerpazo de roca. Cuando pasaba frente a mí, la mirada se posaba en semejantes caderas. Y luego iba a reposar en sus hermosos ojos. Linda mi pareja. Algunas amigas le comentan hoy que está un poquito gorda. Yo lo sé. Sí lo está, pero nunca se lo digo. Es mi gordita bella. A mí me encanta. Por lo menos tiene sus curvas bien puestas.
Sigue allí, como si no supiera que la estoy viendo. Sin embargo, siento que ya no somos los de antes, tan apasionados al principio. Nos brotaba la pasión por los poros, éramos sexo. Pero el trabajo y la rutina nos han apagado. Ya no es como antes, no lo es.
Continúa, hermosa, haciendo la cena. Queriéndome. Sabe que la veo, que añoro esos momentos tan nuestros. Y ya comienzo a sentir el olor de esa rica comida que prepara con tanta dedicación. Siento envidia de cada ingrediente que estruja con tus dedos, del cuidado con que mide cada porción de alimento para lograr el platillo más delicioso. Desearía tanto ser ese plato final. ¡Hey! Acabo de ver su mirada de reojo. Sabe que estoy aquí, hablando desde mi interior. Siento que tenemos que recuperar la pasión, el amor y deseo, tal como se prepara una receta gourmet.
Tomo una libreta y así puedo apuntar lo que se me vaya ocurriendo:
1. Debo preparar el ambiente: al igual que una receta, debo ver qué ingredientes tengo disponibles y cuáles me hacen falta. ¡Lo tengo! Le compraré una lencería sexy para que la use en esa noche especial. Arreglaré las luces para crear un ambiente tenue en nuestra habitación y sacaré las velas aromáticas.
2. Crear expectativa. Será el mejor plato que se haya comido hasta entonces. Le enviaré un mensaje de texto diciéndole que estoy pensando en ella. Que me enciende recordarla.
3. Atmósfera de misterio. Cuando llegue a casa le colocaré ese antifaz que tenía olvidado en el cajón. Le daré luego un tierno beso y con delicadeza la llevaré a la habitación. La invitaré a usar esa hermosa lencería que le habré comprado. Seguro se reirá y le gustará.
4. Contacto y paciencia. Así como mi hermosa pareja macera una buena carne, con un exquisito aceite corporal comienzo a rociarla desde los pies, poco a poco hacia su pantorrilla, besando tiernamente sus rodillas. Sigo así, masajeando suavemente su hermoso cuerpo, besando con amor cada parte de ella.
5. Término medio. Macerar no es sólo por un lado. ¡Hay que darle vuelta a esa carne! Y comenzar desde el cuello con suaves círculos. Aprovecho de sentarme sobre su espalda y con firmeza relajo cada músculo tenso. La consiento como si fuera una joven princesa. Sigo el masaje hasta lentamente llegar de nuevo a sus pies.
6. Fuego lento. Poco a poco le quito el antifaz. Sé que puede sentir el olor de las velas y el aceite corporal. Al igual que el rico aroma que inunda la casa cuando ella cocina. Me estiro sobre ella suavemente. La siento, la huelo, le hago sentir cuánto la quiero, cuánto la amo. La acaricio, la beso lentamente. Me mira, siento su amor. ¡Pero no! Todavía no. Necesito estar seguro que se está cocinando bien.
7. Besos y más besos. Hay que sentir el sabor. Que todo esté por el camino correcto. Que no esté subida de sal. Tengo que besarla. Los besos son como el oxigeno al fuego, que debe estar presente para que éste exista. Siento erizarse cada vello de mi piel y de la suya. La beso y no me canso de hacerlo. Ella quiere corresponder; la dejo, pero no por mucho tiempo. Los hombres que amamos a nuestras mujeres debemos ser generosos y besarlas mucho. Asegurarnos de que disfruten cada momento y esperar su impaciencia con paciencia.
8. Controlar la Cocción. Mi apetito me derrumba. Tengo tanta hambre de ella. Voy al encuentro de su mirada. Tiene los ojos cerrados y su cuello estirado de tanta pasión. Como aquel comensal que poco a poco da su primer bocado a ese plato exquisito que pidió a su chef predilecto, me acerco suavemente a su boca. Entonces logramos encajar perfectamente. Mi obra culinaria está perfectamente lista.
9. Las sobras. Ahora que lo pienso. ¡No quedaron! Sólo nos quedan los suspiros que me llevan de viaje a nuestros comienzos. Ambos sonriendo, como descubriendo lo que siempre ha estado allí.
10. Sobremesa. Fue un plato estupendo. Ahora conversaremos sobre lo que más le gustó de él. Es el momento perfecto para comunicarnos. El instante más robusto para unirnos más y retomar nuestra pasión.
Mientras anoto, ella sigue allí, en la cocina. Sonríe. Sabes que estoy tramando algo, que una chispa se está encendiendo. Y que en algún momento saltará el fuego. Todo este pensamiento apuntado tiene que ser una guía para mi relación. Tanto que nos dejamos llevar por la rutina y justificamos todo: no conversamos, tenemos miedo de cómo reaccione el otro, no generamos instancias. Y sin embargo la amo tanto. ¿Que más tiempo voy a estar perdiendo? Es un bien que se va y no vuelve más. Comienzo hoy mismo con mi plan de sexo gourmet. Bien preparado, a conciencia, cuidando cada detalle, haciendo lo que un buen amante debe hacer con su mujer: hacerla sentir viva y que todavía vive en ella la llama que enciende la pasión.