Espero que me perdones, sé que hace tiempo no te escribía. La verdad tenía algo de vergüenza, pena y rabia. ¿Por qué? Pues porque esa historia de amor de la que tanto te hablé llegó a su fin. Supongo que siempre nos sentimos algo “tontas” cuando algo así pasa, porque todas las ilusiones que teníamos se deshacen en nuestras manos y porque, sinceramente, ¡lo único que hacía era hablarte de él!
Pero vamos, que ya llegó el momento de admitirlo. Se terminó y no hay vuelta atrás. Empezó de pronto y de pronto se acabó. Alcanzamos a durar algunos meses, te diré que seis porque creo que es un número decente. No sabría decirte con exactitud qué fue lo que pasó, porque ni siquiera yo he logrado entenderlo.
Sé que estábamos bien. Yo me sentía enamorada como nunca, y él me demostraba su cariño e interés todos los días. Era algo maravilloso y nos predecía un brillante y amoroso futuro. Sin embargo, un día mientras trabajaba, tuve un mal presentimiento. El pecho se me apretó, y entonces lo supe: me iba a patear.
Son esas intuiciones locas que nos dan de pronto. Era fuerte y clara, y no pude ignorarla. Lo hablé ese mismo día con mi pareja, porque la sensación en mi pecho no se iba. Él me dijo que no pasaba nada, que siempre estaría a mi lado. Me tranquilicé, pero no pasaron ni dos días cuando la sensación volvió, aunque esta vez con hechos: lo notaba distante. Y con distante me refiero a que dejó de hablarme. Así, de un día para otro. No me escribía y tampoco me respondía. Era obvio que algo pasaba, y yo ya sabía qué.
Pero como buena mujer enamorada, me hice la ciega. Y es que faltaba poco para mi cumpleaños, ¿cómo me iba a patear en una fecha tan importante? Nos juntamos un día antes para conversar, y yo rezaba a todos los santos para que no me dijera lo que en el fondo sabía que me diría.
Pues sí, me pateó un día antes de mi cumpleaños. No te quiero aburrir con todos los detalles, pues en resumen fue lo siguiente: no me quería tanto como pensaba que me quería. ¡Ouch! Eso dolió. Pero está bien, el amor es así. ¿O no? ¡Claro que no! Era obvio que había algo más. Lo presioné un rato y finalmente me lo dijo: le gustaba otra chica. ¡Doble ouch!
Lloré todo mi cumpleaños y no sé si sea algo que le pueda perdonar. Creo que cualquier persona con dos dedos de frente espera hasta después y, como mínimo, te da un regalo maravilloso. ¿Verdad? Mejor para mí, que no necesito pelotudos así en mi vida.
Y tú, ¿qué opinas?