El día más odiado de la semana no llega solo: el despertador suena devolviéndote al mundo real, debes correr, la micro estará llena, el metro puede quedar sin luz y aún peor, doña pereza y el malévolo sueño profundo están dibujados en tu cara. ¡Cómo no odiar los lunes!.
Si bien el lunes no tiene características físicas y/o naturales que lo hagan diferentes al sábado, es tu mente la que lo convierte en un día “especial”. Y es que por 2 jornadas consecutivas, tu cuerpo se deleitó de los manjares de la vida: esos 5 minutos que hoy pides a gritos se convirtieron en una hora más, la ducha rapidita fue reemplazada por otra más larga, con masaje en el pelo y una canción entonada a voz en cuello, mientras el agua caía tibia sobre ti a eso de las ¿10, 11 o 12 del día?. Tu cuerpo duele, pero no por trabajar, sino porque dejaste los zapatos bailando, y ese dolor de cabeza no es a causa de los gritos de tu jefe, sino del ¡mejor carrete de la vida! Y todo eso ¡puff!, se va de un momento a otro y entramos en la misma rutina durante otros extenuantes cinco días.
Por eso lo mejor es aportar a tu día lunes pequeñas cosas increíbles:
Olvídate de “el lunes empiezo la dieta” y busca el desayuno más rico que tu mente imagine. Pueden ser frutas, un baguette con queso crema, tomate y albahaca o unas galletitas dulces y café con chocolate. Lo que quieras, pero que no sea lo mismo que tomas siempre. Haz de esta comida algo muy especial.
Prepara el día anterior el almuerzo que más te haga feliz y una colación para eso de las seis de la tarde (un trozo de queque, sémola con leche o jalea con frutas). No se trata de comer todo el día, pero eso de "guatita llena, corazón contento" puede hacer de tu lunes el inicio de una tremenda semana.
Un delicioso desayuno hará que tu semana parta de manera increíble. Anímate a comprobarlo.