Todas mis amigas habían instalado Tinder y yo no quería quedar atrás. Las veía de lo más entretenidas y coquetas poniendo corazones y conversando con distintos hombres. Finalmente entendí por qué: ¡cuánto chico guapo! Era galán tras galán y yo no paraba de dar “like”. No es que me gusten todos, claro que no. Es que, objetivamente, eran todos unos bombones.
Y bueno, así estuve entretenida un tiempo. Tuve varios “match” y comenzaron las típicas preguntas: ¿de dónde eres? y ¿qué haces? Hubo chicos que nunca me hablaron y otros que, sin siquiera decirme hola, me invitaban a tomar una cerveza. Fui descartando a varios candidatos hasta que, finalmente, terminé chateando con dos galanes.
Y no, ¡no es que sea golosa! O bueno sí, quizás un poco. La verdad es que intenté decidirme, pero no pude: uno era muy fogoso y el otro muy cariñoso. La culpa me carcomió un tiempo hasta que recordé que estoy soltera (y hago lo que quiero). Total los estaba conociendo, y no hay nada de malo en eso. Así que salí con los dos.
Mal no lo pasé, pero supongo que tenía muchas expectativas con ambos. Primero salí con el chico fogoso, ya que ambos sabíamos a lo que íbamos. Fuimos a una fiesta con sus amigos y a los pocos minutos ya nos estábamos devorando a besos. Era muy guapo (por no decir “apetitoso”) y súper simpático. Lo dejé en la categoría de “amigo con beneficios”.
A la semana siguiente salí con el chico que era muy tierno y cariñoso. Era tan atento conmigo que lo tenía en la categoría de “posible pareja”, hasta que nos juntamos. Seré sincera: no era tan lindo como en sus fotos. ¡Y el problema era que ni en fotos me gustaba tanto! Pero lo que importa es que le di una oportunidad, ¿no? Conversamos toda la tarde y regaloneamos un poco, pero no accedí a una segunda cita.
Y así fue como sin quererlo tomé una decisión: el chico fogoso fue el elegido. Sin embargo, destino cruel, terminó siendo un charlatán. Le quité todos los beneficios, ¡y quedé igual de soltera que al principio! Porque hasta para un amigo especial hay que tener ciertas exigencias, ¿no crees?
Y tú, ¿ocupas Tinder?