El “Pitufo Gruñón” es un personaje entrañable en la serie de enanitos azules perseguidos por el malvado hechicero Gargamel. Se caracteriza por odiar todo y a todos, junto con andar en forma permanente con el ceño fruncido. Pese a su mal carácter y afán pesimista, nos encanta y ¿saben por qué? Porque nos hemos sentido así en algún momento de la vida.
Ya sea que los planes no están resultando del modo en que los diseñamos, si enfrentamos problemas sentimentales o financieros e incluso por culpa ¡del maldito transporte público!, todas hemos activado el modo hater a lo más que da. Y los siguientes suelen ser los más comunes destinatarios de nuestros 2 minutos de odio:
1. La gente que obstaculiza nuestro camino: estos pobres individuos no han cometido mayor pecado que existir e interponer su anatomía entre tú y tu destino. No los ves como personas, sino como entidades malignas que amenazan tu llegada al trabajo en los tiempos comprometidos. Son algo así como “las trampas” en el Mario Kart. Por eso, procuras sortearlos a como dé lugar. Si vas conduciendo tu automóvil, quizás no puedas lanzar a otros autos las espinosas caparazones que caracterizan al juego, pero sí toda tu artillería verbal. Si vas en la calle o el transporte público, no trepidas en empujar gente, incluso en forma intencionada. Y por supuesto, odias a todo el que comete la osadía de cruzarse en tu camino.
2. Los excesivamente felices / optimistas: algunas personas exudan buena onda, respiran alegría y - en periodos normales - esto nos parece lo más que hay. Sin embargo, cuando estamos en modo hater, nos parece que vomitan arcoiris. Resulta exasperante su sobredosis de energía positiva: la sentimos melosa y pensamos cuán fácil es echar mano a este recurso desde una posición cómoda. En el fondo, no podemos concebir que haya alguien que esté feliz mientras nosotras la pasamos fatal y odiamos al mundo entero. Obviamente, eso también los incluye a ellos.
3. La ciudad: si vives en las grandes urbes, razones te sobran en momentos hater para maldecir a diestra y siniestra. Detestas las multitudes, los bocinazos, los altos edificios, la contaminación, la gente que te empuja - aún cuando tú también lo hagas -, la presión, el estrés y un largo etcétera. Si por el contrario, tienes la suerte de vivir en zonas rurales, tu modo gruñón se manifestará en reclamos por “este pueblucho desabastecido, donde nunca pasa nada”. No, no es la geografía: es nuestro estado de ánimo el que nos impide encontrar el factor positivo dondequiera que estamos.
4. Las conversaciones pueriles: en esos momentos en que estamos a punto de explotar - al más puro estilo Carrie -, no podemos evitar que nuestro oído biónico haga de las suyas. Escuchamos (sin pretender hacerlo) las conversaciones de quienes nos rodean y a veces nos parecen de lo más banales. No es que lo sean, sino que nuestra Katie Kaboom interna está haciendo de las suyas y cualquier murmullo le molesta. ¡Especialmente si la temática es absurda o presenta puntos que no compartimos! Sentimos ganas de silenciarlos o intervenir en la charla, dando a conocer airadamente nuestro pensamiento contrario. Pero como no podemos, más nos da rabia. Si no llevas tus audífonos puestos, esto puede transformarse en un serio problema, que te hará llegar humeando a la casa.
5. Tus artefactos electrónicos: pero llevar tu celular o mp3 tampoco es la solución a esos momentos de ira. No, porque estos aparatos parecen solazarse en tu mal genio y buscan motivos para incrementarlo. Por eso, conspiran contra ti al no responder a tus tactos, echarse a perder, quedarse pegados o descargar batería justo en aquellos momentos en que necesitas de su consuelo. Ahí es donde te dan ganas de arrojarlos violentamente al piso (y más de alguno habrá salido damnificado).
Si te sentiste identificada con algunos de estos puntos, ¡tranquila!. No eres loca ni mala persona: es natural que a veces nos pase. Piensa en el Pitufo Gruñón, al cual queremos tanto, y que a pesar de todo, también tiene su corazoncito: es capaz de esbozar una linda sonrisa de vez en cuando. Ríete de esos arranques de ira, respira profundo, procura no dañar a nadie y ¡siéntete acompañada!: a todas nos pasa.
Y tú, ¿de qué forma manifiestas tu modo hater?