Todos los veranos desde que era una niña, me mandaban junto a mis primas a la casa de mis abuelas, en el norte de Chile. Partía apenas salía del colegio - a principios de diciembre, y hasta fines de marzo (sí, mis abuelas preferían que estuviésemos allá que en el colegio, lo cual era súper genial). Fue ahí cuando conocí a un chico. El era cuatro años mayor que yo, muy simpático, agradable y divertido, además de guapo, pero lo mejor de todo, era que también era de Santiago. Por coincidencias de la vida, vivía en la misma comuna que yo. Así, lo que comenzó como un amor de verano, se convirtió en una relación seria, un pololeo.
Recuerdo lo muy bien que la pasé esos meses. En el día íbamos al río, junto a mis primas, para pasar el calor. En las tardes iba a verlo jugar a la pelota. Y algunas noches salíamos a pasear, a los videos y a carretear. Nuestra confianza se hacía más grande: yo ya conocía a su familia y el a la mía, y cada día mis sentimientos por él crecían. Y los de él por mí (o eso creí). Pasé tres meses maravillosos hasta que un día mi mamá me pidió volver, una semana antes de lo previsto. No me molestó el hecho de dejarlo, porque sabía que lo vería aquí en una semana. Además, se quedaba con mis primas, así que según yo, no había nada de lo que asustarse. Pero me equivoqué, ya que a los tres días de haberme ido, una de ellas me contó que me fue infiel. Y no con una desconocida, sino con mi prima mayor.
No podía creerlo pero por sobretodo, no podía entenderlo. Ambos quisieron darme explicaciones pero no quise escuchar. Podría perdonar todo, pero jamás una infidelidad, mucho menos con alguien de mi familia. Eso, al fin y al cabo, fue lo que más me dolió. Si bien sentía que nuestra relación era muy linda, él era un extraño en mi vida, así que podía sacarlo de ella cuando quisiera, pero ¿mi prima?. Estuve muchísimo tiempo triste, no sólo por la ruptura y el engaño, también por las repercusiones que tuvo en mi familia.
Aprendí a vivir la tristeza de otra manera y me ayudó mucho. A él lo vi un par de veces, pero más allá de un saludo no se ganó. Con mi prima volvimos a hablar, pero esa relación de complicidad que teníamos se rompió totalmente. Hasta hoy en día no puedo confiar en ella, una verdadera lástima pero si no hay respeto, no hay nada. Ahora que soy grande y pienso en la situación, me siento un poco pava porque lo vi venir, pero tampoco había mucho que hacer. ¿O si?.