¡No! ¿Por qué?
Me levanto en la mañana y mi ojo está hinchado, como si me hubieran pegado a la salida de la disco. Duele, pica y tengo la sensación de que no puedo salir así a la calle. Eso no es lo peor, sino que en el trabajo hoy nos tomarán la foto para la credencial. (¡Horror!)
Rápidamente, antes de siquiera tomar desayuno o ducharme, entro a Google (que todo lo sabe) y busco recetas para eliminar orzuelos. Lo primero que aparece es un viejo secreto de abuelitas, que dice que debes frotarte un anillo de oro caliente en el ojo, varias veces, para desinflamarlo. La verdad dudo que eso lo solucione, pero como estoy tan desesperada, ¡hagamos la prueba! Voy rápidamente a mi joyero y empiezo a buscar uno. Ahí comienza mi segunda desesperación del día: ¡Sólo tengo fantasías!
Ese anillo que tanto amo, dorado, hermoso, que compré en la calle a $2.000 y me está empezando a teñir el dedo cuando me lo saco, no me sirve para mi orzuelo. De todos modos, me lo puse para que no se sintiera triste e inútil.
¿Qué hago? Salir a la calle e intentar verme digna.
Me pongo mis gafas oscuras más estilosas, y aunque está nublado, casi con lluvia, camino por la calle con mi mejor cara. Todos me miran, pero espero que sea para decir "wow, qué bien se ve con esas gafas", en vez de "muajaja, está tapándose ese ojo mutante que se le ve por el costado".
Al fin llegué a la oficina. Sin detenerme voy hacia mi puesto con la cabeza gacha, esperando que nadie me vea ni me pregunte por mis gafas. Después de pasar un par de horas en que nadie se percató de mi orzuelo y recibí comentarios como: ¿"tomaste mucho anoche?", me llamaron para tomarme la bendita foto de la credencial.
Luché un par de minutos por intentar salir con gafas, diciéndole al fotógrafo que ese era mi estilo, mi sello, que mi jefe me quiere así, es una razón religiosa o simplemente que tengo fotofobia severa. Pero finalmente, opté por contar la verdad. Afortunadamente era tan buena onda, que me dijo que me diera unos retoques con maquillaje y me pusiera en un ángulo tal con un poco el pelo en la cara y ¡listo!
Al final del día, llegué a casa y me llamó mi madre. Las mamás siempre son buenas para desahogarse de lo que pasaste en el día, así es que le conté mi pequeña "anécdota". Como ellas todo lo saben, me dijo que no importara que el anillo fuera o no de oro, puede ser una cuchara o simplemente agua caliente para aliviar el orzuelo. Miré mi anillo, hasta ese momento tachado de inútil, lo froté con mi chaleco varias veces y lo puse en mi ojo. Repetí la acción por al menos 1 hora. Al día siguiente, mi ojo ya estaba mejor.
Y a ti, ¿te ha pasado algo similar?