Siempre he admirado a las chicas que son capaces de subirse a unos altísimos stilettos para ir al mall, bailar o caminar por más de 5 minutos. Yo, simplemente prefiero la comodidad: no me gusta bajarme de mis zapatillas y los zapatos que tengo tienen un taco de no más de 3 cms.
En ocasiones he tenido trabajos en que es requisito usar tacos y he visto el mundo de una forma diferente. No sólo porque estoy más alta, sino porque el concepto de "llegar a casa" adquiere un nuevo significado para mí: sacarse los zapatos.
Ese mágico momento en que llegas a tu casa, cuelgas la cartera, te sacas los tacones y por fin - después de 8 horas - tus plantas toman contacto con la alfombra, se siente como 100 unicornios galopando en cámara lenta hacia el otro lado del arcoiris, mientras se escucha un coro de ángeles. De hecho, hasta te ilumina una luz celestial y cae polvo de estrellas. En ese minuto sientes que tu vida mejora ostensiblemente. Ahora tienes más ganas de hacer cosas: agarrar las zapatillas y salir a trotar, jugar con los niños o con el perro, cocinar o lo que sea.
Para qué hablar del nuevo significado que tienen los viernes, cuando tomas conciencia que no verás los tacos en 2 días.
No me importa seguir siendo un hobbit y que mis piernas luzcan más cortas y menos estilizadas. Los tacos no son para mí; pero reconozco que llegar a casa con zapatillas, no es lo mismo que con tacones.
¿Qué sientes tú al poder bajarte de estos altos e incómodos zapatos?