Seguramente, no soy la única a quien le han hecho esta pregunta, al menos eso espero. Aún no entiendo la cara de espanto que hacen, cuando a mis 27 años digo que soy soltera. Es similar a la que yo disimulo cuando alguien me dice que tendrá un hijo para salvar su matrimonio, o que se va a casar para que el romance marche mejor después de la boda. Sin embargo, por un asunto de cultura estos dos últimos casos no sorprenden tanto como una persona felizmente soltera.
Ante la presión que - con o sin mala intención - te advierte del abandono de tan mencionado tren, me ví en la necesidad de poner en remojo mi soltería y sentimientos ante la tenaz advertencia, para responderme a mi misma esta interrogante. Estos factores fue los que salieron a relucir:
1. Somos solteros por diferentes razones, sin embargo las razones más comunes son las siguientes: no ha llegado "el indicado", hemos tenido malas relaciones, nadie nos corteja, etc. Sólo un porcentaje minúsculo quiere ser soltero y de serlo. De este porcentaje casi nulo, uno mucho menor corresponde a mujeres. Estas estadísiticas vienen dadas por los prejuicios ancestrales de la soltería, que siguen afectando a nuestra generación. Yo decidí ubicarme, responsablemente, en el renglón de los que decidimos ser solteros y felices, sin negarme a que estas condiciones cambien en el futuro.
2. Debemos saber, que el estado civil perfecto no lo hace un papel ni un "los declaro marido y mujer"; sino mas bien nuestro bienestar emocional. Ésta debe ser nuestra principal ambición: esos momentos de quietud y satisfacción que no precisamente tienen que ver con estar acompañados. Hay muchas personas casadas que darían lo que fuera por tener la libertad y beneficios de que los solteros disponemos.
3. Nuestra búsqueda no debe basarse en una pareja con tal o cual característica, sino en reconocer nuestra soltería como el tiempo que elegimos para reconocernos, saber nuestros límites y tener certeza de que la felicidad es elección de cada una.
Nuestra actitud a la temida sentencia del tren, varía a partir de la satisfacción con nuestra soltería. Hay quienes ante esta simple pregunta se sienten desconsolados, manifestando su decepción y desdicha. En cambio, hay quienes tenemos la convicción de que si pasa ese tren, viene otro, porque sencillamente el anterior no era para nosotras. Del único tren que no debemos bajarnos es del de nuestro bienestar, de cuidarnos y atendernos. Un antiguo proverbio Zen dice: "Cuando el alumno está preparado, llega el maestro".
Debemos ocuparnos en lo realmente importante, que es garantizar nuestro crecimiento espiritual, asumir nuestra responsabilidad de ser felices y no dejar esto en manos de una pareja. Sólo entendiéndolo desde la razón, podremos responder a esta sempiterna pregunta, con una sonrisa nada fingida: "no espero el tren, porque me gusta caminar"