Todas hemos cometido desaciertos en lo que a look respecta. Se trata de oscuras eras de nuestro pasado de las que ojalá no hubiera registros. En esos momentos de nuestra existencia cultivamos un look esperpéntico y aún hoy nos preguntamos por qué amigas, pololo o familia no nos lo advirtieron. Yo misma he tenido temporadas visualmente lamentables. Te las contaré, a ver si las tuyas son parecidas:
1. El fatal corte de pelo: Lo recuerdo como si fuera ayer. Iba en cuarto medio y tuve la genial idea de ir a la pelu con mis amigas, para dejarme asesorar por su buen gusto. Parece que algo de sangre en el ojo me tenían, al recomendarme un corte “bob” que muy poco favor le hacía a mi cara. Es más, como que me hacía lucir cuadrada y parecida al “príncipe valiente”. Mal, muy mal.
2. Un outfit nada sentador: también ocurrió durante mi adolescencia. Me salí un poco de mis formas, por culpa de la jornada escolar completa y los baratísimos hot dogs que vendían en el casino. Pero eso no fue lo peor, sino que en esas condiciones insistía en usar pantalones a rayas (que me hacían lucir como una carpa circense) y un peinado estilo Chimoltrufia. Afortunadamente, recuperé el buen gusto al egresar de esa pesadilla y cada vez que pillo una foto de la época, la rompo.
3. El infaltable cabello claro: no sé por qué, pero a todas las mujeres nos da alguna vez con eso de que “los hombres las prefieren rubias” y decidimos probar unos tonos menos en el muy común (pero sensual) castaño. Yo caí en la tentación hace un par de años. El problema es que soy tan blancucha y pálida que el cabello claro me queda fatal. Como que se me marcan más las arrugas y líneas de expresión. Aparte, los tintes que utilicé en aquella nefasta temporada se oxidaban al calor del sol, dándome una apariencia muy poco natural. Para no volver a intentarlo.
4. Unos rizos bien definidos: mi cabello es un híbrido entre liso y ondulado, por lo que quise ver qué tal luciría si le daba más vigor a los incipientes rizos. Lo malo es que me fui al puerco al escoger el tamaño de los “cachirulos” y salí de la pelu igualita al cantante de Illapu. ¡Me hubieras visto y creerías que metí los dedos en el enchufe!. Afortunadamente, en el salón me dieron una serie de instrucciones para mantener el look, las cuales seguí religiosamente a la inversa. Así, aquel espanto duró muy poco.
5. Make up extreme: sucedió en una presentación de danza árabe. Me maquillé como una verdadera muñeca. Sí: como Annabelle. Lo curioso es que hay quienes dicen que luzco bien en las fotos que conservo, pero yo sé que no es así. Me veía groseramente recargada. No era yo, y si no he descartado las imágenes, es para recordarme que no debo abusar de los cosméticos.
Lo bueno de hacer experimentos horrorosos con tu aspecto físico, es que te conoces mejor y te queda claro qué es lo que no te sienta para nada. Y así lo quitas de tu repertorio de innovaciones desastrosas. Pero ahora, tú cuéntame, ¿qué look intentaste con nefastos resultados? ¡Espero tus anécdotas!.