Érase una vez mi amor de la adolescencia. Yo tenía 14 y él 15. Su nombre era Felipe y era el chico más atractivo que jamás había visto: rubio como los surfistas (con reflejos naturales), alto, basquetbolista de un club del barrio, rebelde, tocaba la guitarra: todo lo que una chica de 14 años puede desear. No me costó ganar su atención, ya que yo no era de las malcriadas del curso, sino rockera como él. Durante un año jugamos como niños (porque en parte aún lo éramos) y el día del campamento juvenil nos dimos un beso. Fue raro, porque yo temía hacerlo mal. Sólo cerré los ojos y estiré tímidamente los labios para que me besara, y él terminó por llenarme casi toda la cara de saliva. Fue un desastre, en realidad, pero para mí fue el momento más hermoso de mi adolescencia.
Lo vi dos veces en los siguientes años: una vez en el club y otra, en la calle. Por supuesto lo tengo en Facebook y como la última vez que lo vi estaba más lindo que nunca, corrí a mi casa a darle like en todas sus fotos. Incluso quise seguirlo cuando lo vi, pero hubiese llegado tarde a clase y no podía faltar. Pensarán que estoy loca y desesperada, pero este chico fue mi máximo amor antes de mi primer pololo y estaba más sexy que nunca. Sin dudar, cuando lo viera frente a frente iba a saltarle encima (con algunos chicos no se puede esperar). Tampoco olviden que nunca pudimos darnos un beso de verdad. Los días pasaron y el me dio un par de likes, pero como ya me había pasado otras veces, decidí desistir. Pensé que si el destino no nos unía era porque no tenía que ser.
Pero no fue así.
Un mes y medio después de verlo en la calle, salí a una fiesta con amigos. Era una de esas noches en las que te sientes la más linda, que nada te puede faltar y que todos te miran. Bueno, es que tenía una mini de animal print, unas botas de plataforma y los labios rojos, casi como si buscara que algo pase... Bailaba sin parar y de repente lo vi. A unos metros de donde yo estaba, la gente se disipó y la luz le dio en la cara... estaba más sexy que nunca. Sin pensarlo fui hacia él y lo saludé. No tardó en reconocerme y me sonrió, nos pusimos a hablar como si fuéramos viejos amigos. Recordamos el pasado, cuando íbamos al colegio juntos, nos contamos lo que hacemos ahora, todo. Después nos pusimos a bailar, yo intentaba seducirlo y él me miraba a los ojos (sí que sabe cómo hacer sentir a una mujer deseada). No sé en qué momento comenzamos a besarnos, como en una película. Las luces volaban a nuestro alrededor y la tensión subía, mientras él me apretaba más y más contra su cuerpo.
No sé cuanto tiempo estuvimos besándonos pero de repente la fiesta terminó y prendieron las luces. Yo estaba por decirle adiós y veo que él se despide de su amigo. "¿Viene conmigo?", pensé. Así era. Tenía una moto, así que subimos a ella y fuimos a su casa. Llegamos y puso música, estábamos solos y ya no queríamos hablar. Le saqué la polera y vi un perfecto six pack (como los abdominales de Ryan Gosling en Crazy, Stupid Love), creo que hasta era mejor de lo que había imaginado. Yo tenía puestas unas medias bucaneras bajo de las botas, las piernas suaves y la piel sedosa (¡casi como si me hubiera preparado!). Hacía 12 años que no nos veíamos y lo compensamos todo esa noche. Jamás había sentido tanta piel y locura en mi vida.
No voy a mentir: los días siguientes no pude dejar de pensar en él, ¡incluso revisé el sitio de Fucsia de arriba a abajo, buscando situaciones similares a la mía!. Intentaba averiguar si le gusté o no, pero hice un esfuerzo y no lo contacté. Quería que ambos tuviéramos tiempo para procesar lo vivido y ver si debía quedar como una noche de sexo casual o podíamos volver a vernos. A la semana me llamó y me invitó a salir. Como si fuera un cuento, ese día me dijo que nunca se había olvidado de mí y que no quería que nos separáramos nunca. Esto fue hace 3 años y seguimos juntos.
Y tú, ¿qué noche consideras digna de recordar?