"¡Que sí, que este amigo mío es perfecto para ti!" Esta oración la escuché al menos una docena de veces, de parte de una amiga muy cercana, de esas que tienen complejo de Cupido. No obstante, mi respuesta siempre era la misma: "No ando en búsqueda de un novio, si conozco a alguien y me gusta, bien". Pues bueno, para el cumpleaños de otra partner del grupo nos reunimos en su casa. Resulta que allí estaba el chico del que tanto había oído hablar: buen porte, contextura atlética, unos lindos ojos marrones y diversos lunares pequeños regados por su cara, a los que provocaba dejarles muchos besos. Sí, era bastante guapo, pero no iba a dejar que se me notara. Quería conocerlo, pero todo con calma.
Transcurrió la noche entre refrescos y algunas cervezas, contando anécdotas, chistes y pasando un buen rato. El chico en cuestión me parecía muy agradable, con un sentido de humor similar al mío. Yo seguía con mis amigas, pero echándole un ojo disimuladamente de vez en cuando. Entrada la noche, tonteaba con ellas grabando videos en Snapchat, riéndonos sin parar. En una de esas - mostrando un video - mi teléfono resbaló, se cayó de mi mano, tropezó con un vaso y ¡sorpresa!: vertió todo su contenido en la entrepierna del personaje. Él se levantó de inmediato y comenzó a limpiar el líquido. Yo, aunque traté, no podía dejar de reír. Le ofrecí mis disculpas entre carcajadas que me dejaban sin aire. ¡Que se ha hecho pipí! Repetía. Bien tonta que estaba, quizás por un par de cervezas de más. El desastre luego fue limpiado y la noche siguió, pero el chico seguía con una mancha en su pantalón gracias a la bebida que derramé.
Luego de este día, me sentí bastante avergonzada. ¡Me va a odiar! ¡Soy la chica que le tiró el refresco encima y se rió en su cara! Por cosas de la vida, seguí viéndolo, pues se unió a mi grupo de amigos cercanos, y al cabo de unos meses nos hicimos novios. Sí, luego de una primera impresión un tanto defectuosa, nos llevamos tan bien que hasta el día de hoy seguimos juntos. Y si le gusté después de esa situación accidentada, sin duda que es de verdad, pues así soy yo: me río hasta en los momentos más inoportunos. Aún lo miro a veces y le pregunto: ¿luego del derrame de aquella vez, pensaste que seríamos novios? Yo realmente no lo hubiese pensado. Pero esas son las vueltas que da la vida, y no me arrepiento de nada, pues estoy más que enamorada del chico de los pantalones mojados.