Luego de haber estado mucho tiempo en una relación (realmente mucho) y tomando en cuenta que ésta fue mi única pareja sexual, volver a las pistas fue algo extraño, complicado y a veces cómico.
Cuando le dices a la gente la cantidad de años que estuviste en esta relación y que había sido además tu “único”, al principio no pueden creerlo. Después, te buscan rápidamente a alguien para recuperar el tiempo perdido. ¡Sí, perdido!. Porque ¿para qué está la juventud si no es para disfrutarla y experimentar? Eso pensé cada día de mi soltería. Así que basándome en esto, en realidad mucho esfuerzo no tuve que hacer. Además, estaba toda renovada, con nuevos ánimos. Amándome y queriéndome a mí misma tanto, que las luces de la disco reflejan más en ti que en la pista. Básicamente, sólo bastaba mi presencia. No falta el jote que se te tira y lo más chistoso son las cosas que te dicen: “hay que recuperar el tiempo perdido, entonces”, “déjame enseñarte lo que él no pudo en tantos años”, “permíteme ponerte al tanto”, “déjame ser tu primera vez de verdad” y así sucesivamente. ¡Imposible no caer bajo esos encantos! La mujer cuando quiere y el hombre cuando puede... ¡que verdad más cierta, y yo sí que quería!
Pero no estoy aquí para contarte la típica historia de disco o flirteo por Tinder. Me tocaron encuentros muy singulares en mi relativamente corto tiempo de soltería:
El primero fue un bombonazo de la universidad, ¿se imaginan dónde fue? Sí, ahí mismito ¡y en el baño!. Yo, que siempre lo hacía igual y en lugares convencionales. ¡Qué manera de sentirme libre! Haber realizado el acto mismo en realidad me dio igual; la sensación de libertad de esa primera vez con otra persona es maravillosa, te sientes poderosa y entendiendo que tú decides si quieres o no, dónde y con quién, cuándo y por qué, en ese sentido las mujeres llevamos el control (¿debo repetirles el refrán?). Cabe destacar que él fue mi “pana” por un buen tiempo. ¡Gracias compadre!
El otro destacable era un tipo que conocí en mi relación anterior y que siempre nos tuvimos ganas. Me mandaba fotos y videos muy sugestivos por WhatsApp y yo no hacía nada más que mostrárselas a mis amigas y matarnos de la risa (más que todo, por nervios). El tipo era guapo y se veía que tenía muy buenos “recursos”. Nos juntamos en su casa y resumiendo, tales “recursos” no le alcanzaban ni para comprar el pan… y además ¡olía horrendo! O sea, mínimo si no tienes para el pan, huele bonito pues. Así que chicas ojo con las fotos que les envían, la perspectiva puede jugarles mucho a favor a algunos.
En tercer lugar, tenemos a un tipo regio estupendo como siempre: el típico chico malo, lleno de tatuajes, al que sólo le interesa pasarla bien y que te trata como a una princesa. Otro posible “pana”, sin mentirles. Las primeras veces llegué a tener hasta 6 orgasmos seguidos. El sexo era maravilloso, pero no era eso lo que más me gustaba de él, sino que era capaz de ver a través de mí y entender que en realidad yo buscaba cariño real, no simplemente hacerlo y después irme sin más. Quería a alguien que quisiera conocerme y amarme así tal cual. Con el tiempo este chico malo también se fue abriendo, mostrando su cara tierna, esa que nadie más conoce. Finalmente empezamos a hacer cosas de pololos; conversábamos muchísimo, la pasábamos genial incluso haciendo nada, tanto que entendimos que en realidad ninguno de los dos quería sólo sexo y mi soltería llego hasta ahí.
No les conté ni la mitad de las cosas que me pasaron, pero si las más destacables. Creo que las personas que "la pasan bien" en realidad llevan una “espera activa” de aquella persona con la cual compartir la vida. Al final, siempre se vuelve a las pistas para encontrar a alguien con quien disfrutarlas, mientras: ¡bailen solas todo lo que puedan y quieran!