Todo comenzó hace años atrás, cuando con mi mamá nos paseábamos por la ropa americana. Recuerdo comprarme poleras de hombres gigantes que utilizaba como pijamas, y que con el pasar del tiempo se fueron convirtiendo en algo así como los “vestidos” que utilizaba en casa. ¡Eran tan cómodas y holgadas!
Es una costumbre que adquirí y nunca más solté. Quizás sea algo loco, ¡pero me encanta usar poleras de hombres! Ya sea para dormir o para vestir, siempre tengo a mis regalonas a mano. Claro que muy pocas personas lo saben, porque me da algo de vergüenza admitirlo. En mi cabeza, “una buena mujer” duerme con un sexy camisón de encaje, incluso cuando está sola. Pero la verdad de las cosas es que algo así es demasiado incómodo, por lo menos para mí.
Lo más loco de todo esto es que, cuando me quedo a dormir en la casa de mi pareja, no llevo pijama. ¿Por qué? Porque de esa forma se ve obligado a prestarme una de sus poleras. Y no sólo es la prenda de vestir más cómoda del mundo, ¡sino que además tiene su olor!
Ah, simplemente me encanta. Y si al siguiente día nos quedamos regaloneando en la cama, ¿tú crees que me saco su polera? Adivinaste: ¡claro que no! Soy tan bajita y menudita que cubre todo lo necesario, y además me siento flaquísima. Pues claro: a él la polera le queda bien, pero a mí me queda enorme. ¿Viste que no tengo que hacer dieta?
Y tú, ¿usas poleras de hombres?