Una nunca empieza una relación con un hombre preguntándose si éste es gay o no. Parece lógico que no lo sea, por el simple hecho de que te coquetea y demuestra interés. Ok, puede que notemos al principio que es un poco afeminado, pero no al punto de molestarte; más bien es una cualidad con la que se nos hace más fácil convivir. Quizás es algo más sensible de lo normal, pero eso lo hace aún más interesante y genial.
Dos de mis ex parejas ahora son gays - ni siquiera bi, gay 100% - y lo sé porque con ninguno de ellos termine mal y los tengo en Facebook. Ambas relaciones se dieron cuando éramos súper chicos, estábamos en esa etapa donde aún nos encontrábamos buscando quienes éramos, qué queríamos y que nos gustaba. Pero ¡ojo!: tampoco éramos tan chicos como para no tener ya cierta idea sobre nuestros gustos en cuanto a parejas.
Ambos solían preocuparse por su apariencia un poco más de lo normal, lo que me pareció bastante bien. Eran buenos para dar regalos, románticos y tiernos, escuchaban música normal y veían series que cualquier hombre vería. Lo más extraño para mí es que además eran "califas", donde podían te agarraban. Por lo mismo me chocó tanto esa escena que vi en una disco, donde años después uno de ellos estaba de lo más “gay loca” bailando con otro tipo. Cuando me vio, contrario a lo que pensé que haría, corrió a abrazarme y saludarme diciéndome algo como “amigui, cómo estai', tanto tiempo”. El cambio fue brutal.
Cuando estás con alguien, jamás te imaginas verlo en un cambio tan radical. Es potente, y no porque algún día lo quisiste o aún tengas a esperanza de volver con él - ¡para nada! - sino porque esa persona con la que compartiste besos, caricias y tiempo ya no existe. Y ni hablar de cómo eso nos hace sentir. Te preguntas si quizás es en parte por ti que ya no le gustan las mujeres o quizás qué rayos fue lo que hiciste mal. Al menos yo, lo primero que hice tras saberlo fue re-analizarme como mujer. Después entendí que no tengo nada que ver con eso, eran ellos quienes no eran capaces de definirse y nada ni nadie pudo convencerlos de cambiar sus preferencias.
Por eso, chicas, nunca digan nunca. Hasta el más buena onda, mino e inteligente les puede salir para atrás. Recuerden que no hay signos que lo diferencien de un hombre hetero. Además, a ustedes nunca se les cruzaría por la mente algo así. Espero que nunca les toque darse cuenta de que él juega para el otro bando, ¡y menos si aún están juntos o lo sorprenden en el acto!.