Dicen que la ignorancia es dicha y, por una vez, creo que la sabiduría popular puede estar en lo cierto.
Todo comenzó cuando llegó a la oficina la Señorita de las Pausas Activas, contratada por el preocupado personal de Recursos Humanos. Dentro de sus nobles labores estaba no sólo movilizar a personas que pasan sentadas 10 horas al día, sino también darnos tips para una vida saludable, tópico entre el cual se encontraba saber leer las benditas etiquetas nutricionales.
Se habrán dado cuenta de que con la nueva Ley de Etiquetado prácticamente toda nuestra comfort food (entiéndase galletas, chocolates, bocados salados y varios más) está marcada con unos cuadradotes que rezan “Alto en calorías”, “Alto en sodio” o “Alto en azúcares”. Pues bien, a mí me tienen alta la coronilla (perdón por el juego de palabras tan malo).
No me malinterpreten, soy partidaria de las dietas sanas y del balance en cada comida, pero odio la histeria colectiva que se forma a veces en torno a esto. Básicamente, me volví loca entre las góndolas del supermercado buscando el snack perfecto: los que tenían pocas calorías tenían alto el sodio, los que tenían bajo el sodio tenían altos los azúcares y así sucesivamente. Era como tener que elegir si prefería obesidad, hipertensión o diabetes en cada bocado. Completamente deschavetado.
Y todo porque la bendita mujer de la Pausa Activa me había enseñado a notar que los valores eran por porción, cuál era el colesterol malo y cuál el bueno, qué tipo de grasas se recomiendan, qué tan importante es la fibra, lo valioso de los productos lights, las enfermedades a las que uno se arriesga cuando no tiene en cuenta todo esto y un largo listado más.
Finalmente, mientras pagaba en la caja unas redondelas de arroz inflado que encontré en el sector de los celíacos, me preguntaba cómo manejar el hecho de que ahora mi comida me estresa. Está bien tomarse en serio las cosas que consumimos a diario, pero a no ser que deje mi estilo de vida y ponga mi propia granja orgánica, lo mejor es unirse al movimiento de concientización que sí duerme por las noches e intenta compensar todo con mucha agua y ejercicio.
Se que suena mediocre, pero por ahora esta es la mejor alternativa para mí: ir moviéndome poco a poco, echarle una buena porción de queso ricotta a los bocados de arroz y disfrutar de vez en cuando con un dulce, por muy marcado que esté. Total, si me voy a morir de algo, qué mejor que sea acompañada de un buen chocolate.