Cuando mi ex terminó conmigo, al igual que cuando muchos dúos llegan a su ocaso, no hubo un corte limpio ni quirúrgico en paz sino más bien algo sacado de una película gore. Pasamos por varias etapas clásicas, desde el ingenuo "seguro que ahora sí podemos ser amigos" al más honesto "te odio y no quiero volver a verte nunca más". Inevitablemente, durante el proceso me vi enfrentada a la noble misión de descubrir quién era fuera de la pareja y, sobre todo, qué demonios quería hacer con mi vida ahora que me habían devuelto este "tiempo".
Es impresionante la cantidad de momentos que se invierten en el otro cuando estando en una relación, por lo que es difícil ignorar a la Señora Soltería cuando llega con sus maletas a tu puerta. Yo intenté hacer lo mejor que pude: contactar a todas las amistades (e intentar revivir algunas muy añejas), ponerme al día con los libros, hacer más ejercicio y fallar al tercer día, decidir que salir a bailar igual es hacer cardio... Ya saben, lo usual. Así que entre todas estas actividades, se me ocurrió la brillante idea de ir al cine, cosa que -a no ser que se trate del visionado de un documental- es para personas en manada o de a dos, como si se tratara del Arca de Noé. Además, para añadirle dramatismo al asunto, la película que me moría por ver era la chilena Qué pena tu vida.
Desde mi perspectiva, la situación tenía un simbolismo tragicómico encantador, pero mi grupo de amigas se tiraba de los pelos mientras insistían en que por qué no me esperaba un poco y "así la vamos a ver todas juntas en grupo". Pero yo estaba en modo "Declaración de Independencia" y partí a ver el susodicho filme en compañía de una bebida chica y palomitas individuales. Porque sí, también compré un snack para uno ¿y qué?
Llegué cinco minutos antes de que la cosa empezara, así que noté como yo era la única que había entrado a la sala sin acompañante, independiente del tipo. Frente a mí se pasearon cardúmenes de colegialas, bandas de amigos y un sinfín de agrupaciones. Mas, yo era la única que había ido en solitario: ¿acto valiente o estúpido?
En un comienzo sentía que todos me miraban, pero después me di cuenta de que cuando la cinta terminó y la gente aplaudió (cosa que odio que hagan: los actores no te pueden oír, ¿cuál es el punto?), descubrí que la tierra no se había partido en dos por un cataclismo. También fue el momento en que entendí que el estigma sobre la soltería nunca es propio, sino completamente impuesto por la gente que te rodea. Después, pensé en aquellas personas que seguramente se deben perder un montón de estrenos sólo porque no tienen a nadie con quien ir. Quedé con la sensación de un orgullo tibio que me recorría de pies a cabeza, como si desde arriba me hubiesen gritado "¡oye, muy bien, logro desbloqueado!". Y ya está, fin del escándalo.
Ahora bien, tampoco me voy a hacer la súper fuerte y decir que hago todo en plan "para uno", pero he avanzado lo suficiente como para organizar casi todas mis actividades sin que dependan de terceros. Esto no significa que no disfrute de la compañía, pero no me voy a desesperar si nadie se suma a mis planes. Total, el mundo es mi ostra y mientras la comparta con menos, más para mí.