No sé si seré yo, o una consecuencia del fenómeno “Las 50 Sombras de Grey”, pero últimamente pareciera que salgo con hombres que son un clon del anterior. ¿A qué me refiero con eso? Pues bien, ocurre que a todos les gusta morder, y a todos les gusta que yo los muerda.
Debo confesarte que me habían pegado algunos mordiscos antes, pero nunca he sido muy fanática de ellos. No me molestaban, pero tampoco me fascinaban. Y como ninguno de mis galanes me había pedido explícitamente que lo mordiera, debo haberlo hecho muy pocas veces (por no decir ninguna).
Pero hace poco tiempo esta situación cambió. Empecé a salir con un chico súper tierno y que, sin embargo, tenía toda la apariencia de un “bad boy”. Mi debilidad, como bien sabes. Y aunque intenté resistirme, parece que mi fuerza de voluntad no es mucha. Nuestros besos eran apasionados, y tenía la manía de morder mis labios. Pronto avanzamos un poco más, y comenzó a morder mi cuello. Fuerte.
Y como era un patrón que se repetía todas las veces, le pregunté de frentón cuál era el tema con los mordiscos. ¡Ocurre que le gustaba mucho morder! Entonces le pregunté qué pasaba si yo lo mordía (y es que cuando nos gusta alguien, queremos darle en el gusto), y me dijo que tuviera cuidado porque, mientras más fuerte lo mordiera yo, más “bruto” se iba a poner él.
Uy, esa parte sí que me gustó. Era algo así como un juego para ver quién tenía el control, y yo soy muy competitiva. Así que empecé a morderlo más: primero sus labios, y luego su cuello. En los labios estaba bien, le gustaba, pero cuando mordía su cuello se volvía ¡completamente loco! Era algo que le encantaba, y terminó por encantarme a mí.
Desde entonces siempre mordía su cuello. A veces me entusiasmaba mucho y lo mordía demasiado fuerte, pero vamos, que la práctica hace al maestro. Lo más curioso de todo esto es que, tal como te mencioné al principio, pareciera que ahora a todo hombre que conozco le gusta lo mismo. ¡A convertirnos en vampiras se ha dicho!
Y tú, ¿prefieres morder o que te muerdan?