Recuerdo que durante mi adolescencia, en los memorables años 90, estaba mirando la película "Forrest Gump". Es entonces cuando Tom Hanks - interpretando al personaje principal - dijo: "Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar". Lo encontré un tremendo cliché, sin imaginar que ese mismo enunciado volvería a mi mente años después; ya siendo adulto joven (como nos hacemos llamar los treintañeros negando la vejez).
Tuve la oportunidad de viajar de hostal en hostal y conocer todo tipo de personas provenientes de distintos lugares del mundo. Entre viajeros se formaban grupos de amigos de la nada; de día cumplíamos el típico prototipo de turista: deambulando perdidos con cámara al cuello y mapa en mano. Pero al llegar la noche, nos convertíamos en bestias fiesteras.
Es así como conocí en un bar local a "la gringa misteriosa"; una norteamericana de pelo liso y colorado como su nariz, quemada de tanto caminar bajo el sol. Muy delicada y graciosa, sin grandes complicaciones en la vida, conversaba conmigo mientras coqueteábamos subconscientemente. Después de besarnos varias veces, mi instinto empezó a hacer ruido. "Algo debe tener", me dije a mis adentros. Es como cuando uno conoce a alguien tan genial, que da la sospecha de que tiene un defecto terrible. Mi mente tenía razón. Algo aterrador me esperaba.
La fui a dejar a su hostal (a un par de cuadras de la mía) y logré colarme para encerrarnos en el baño. Ahí fue cuando desnudándola apareció Forrest Gump en mi mente diciendo: "el sexo casual es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar". Cuando la chica quedó sólo con ropa interior, para mi asombro descubrí que tenía calzones gigantes; como de abuela. ¡Sí! ¡tenía calzones de abuela!.
Inmediatamente me pregunté qué pasaba por su cabeza; porque justamente hace unos días, había encontrado en una tienda unos boxers de Los Simpsons que me fascinaron, pero no los compré para no causar en mi pareja sexual "de turno" lo que yo estaba sintiendo ahora: rechazo. Entonces, ¿qué habrá pensado ella al comprar esa lencería? Muchas veces he disimulado mi rechazo por algunas características anti-sexies de la otra persona; por respeto. Pero este caso me dejó tan sorprendido que quedé paralizado.
Ella: is there something wrong? (¿Hay algo mal?)
Yo: ¡No! ¡there is nothing wrong!. Everything is perfect. It's like, wow. (¡No! !nada! Todo está perfecto. Es onda, guau)
Ella: Your face is like... (Tu cara está como...)
En ese instante empezaron a golpear la puerta del baño. Fui salvado por la campana. En realidad era el recepcionista del hostal que se dio cuenta de mi presencia, porque mi "there is nothing wrong" se escuchó por todo el edificio. Después de que me echaran volví corriendo a mi alojamiento, pensando si le contaría esta anécdota a mis nietos cuando esté a punto de morir.
Es verdad que los hombres no nos fijamos mucho en cosas que son realmente evidentes para las mujeres; como qué peinado llevan, maquillaje o atuendo. Pero la ropa interior de la pareja sexual es algo que nos queda impregnado en la mente, desde el primer momento de su exposición. No es un tema que comentamos en "el club de Tobi"; sin embargo, ese pedazo de tela queda asociado a la persona correspondiente ¡para siempre!
Para no caer en esta situación no es necesario que sólo uses tanga microscópica a nivel atómico. Simplemente debes evitar los tiros altos de cintura, boxers y decoraciones excesivas. Estas últimas, muchas veces tienen la intención de hacer más sexy la prenda, pero pueden provocar todo lo contrario. Así que recuerda: la decoración en la lencería puede ser un arma de doble filo.
De todas formas, hay ropa interior mata-pasiones tan cómoda que mucha gente rehúsa tirar a la basura. ¿Y tú? ¿Tirarías a la basura tus calzones de lana de alpaca un frío invierno?