Ésta es la historia de mi primer amor...
Hace siete años viajé a Argentina para visitar a un novio que estaba cursando un posgrado por allá. Ahorré durante meses para el viaje e iba toda emocionada por ver lugares nuevos y pasear juntos de la mano, mientras (en mi imaginación) la gente cantaba tangos alegres por la calle.
Apenas llegué me di cuenta de que algo estaba mal. Él estaba muy callado y me recibió como si me hubiese visto el día anterior. Las calles de Buenos Aires me parecieron sucias y normales, nadie cantaba tangos y algo me ocultaba ese chico, algo. A la segunda noche lo obligué a explicarme lo qué pasaba y me lo contó todo. Una de sus alumnas (de dieciséis años) estaba embarazada de él. ¡Qué asco! fue lo primero que pensé. Después nada, al día siguiente regresé a mi país, derrotada, triste, asqueada y con la sensación de que todas mis relaciones estaban condenadas al fracaso, que moriría sola, vieja y con quince gatos.
Dos meses después, cuando ya había pasado mi coraje y me había olvidado de los restos de recuerdos felices, decidí por fin salir de casa de mi madre y vivir sola. O bueno, con una amiga, decidida a vivir mi soledad de la mejor manera y conocer gente nueva. Eso sí, me propuse no volver a confiar en los hombres y ese tipo de cosas que nos pasan por la mente después de terminar con alguien. El primer fin de semana que vivimos juntas, mi amiga esperaba la visita de un amigo al que no veía en años.
Yo iba camino a casa cuando lo vi caminando por mi calle. Un chico extraño, que vestía de negro y llevaba sombrero (nadie usa sombrero ahora). Traía unos pantalones amplios, como de estudiante de artes marciales; venía tocando las plantas y los árboles mientras caminaba exudando alegría. Yo tenía la impresión de que iba cantando, pero él después diría que no. Curiosamente, cuando lo vi me imaginé que era mi novio y que lo quería, sólo por jugar con mi imaginación. No sabía que era el amigo de mi roomate, sólo me entretuve viéndolo de lejos hasta que él se detuvo frente a nuestra casa. Me dio gusto saber que iba a conocerlo.
Nos contó que la que había sido su primer amor se acababa de casar hacía dos meses, que había perdido su trabajo por concentrarse en sus estudios y que hacía este viaje para curarse y empezar su nueva vida. Era un chico muy ligero y se ganó mi confianza de inmediato. Yo le conté a qué me dedicaba y pasé la tarde hablándole de mi ciudad y de mis gustos. No le conté nada de mis fiascos amorosos, no había necesidad. Además cada minuto que pasaba me gustaba más y más. Esa noche dormimos juntos. Antes de dormir me tomó del cabello y me dijo (como en escena de película) "¿Qué se necesita hacer para que seas mi novia?" Yo sólo me reí, él iba a estar sólo cuatro días, después volvería a su vida y yo a la mía, no había necesidad de prometernos nada.
Al tercer día fuimos a la playa, para despedirnos, dijimos. Caminábamos como adolescentes por las calles del pueblo, de la mano, saltando como caricaturas. Sonreíamos mucho, nos reíamos de los chistes del otro y nos mirábamos a los ojos con mucha frecuencia. Nuestro juego de fin de semana se estaba saliendo de control. Coincidíamos en casi todo, nos gustábamos mucho y actuábamos como si tuviéramos el futuro asegurado. Él me decía que era una señal del destino, que vino a mi ciudad a buscar sanarse de un mal amor que tuvo y que los dioses le habían puesto en el camino correcto.
Antes de salir, en la estación de autobuses, se metió a un patio central prohibido para el público y a la vista de los guardias de seguridad se puso a cortar flores. Regresó con un manojo, lo puso en mi mano y me dijo: "oye Catalina, mejor en vez despedirnos, cásate conmigo".
Y yo le dije que sí. Se por qué lo hice y al mismo tiempo, no lo sé. Todo ocurrió como si fuera una fantasía. ¡Hasta tuve miedo de que fuera una broma, no sé!. Pero de todas formas, dije que sí. Y antes de despedirnos le pregunté, "¿y qué vamos a hacer si no has olvidado a tu primer amor?". Él se rió con ganas y me dijo una frase de una poeta europea que se ha vuelto famosa entre los dos: "que me perdone mi primer amor, por considerar al nuevo el primero"
Y les cuento esto porque efectivamente me casé, tengo un niño hermoso de cinco años, amo a mi esposo y nos gusta recordar esta historia, darnos cuenta de cómo cada uno recuerda cosas distintas y cómo va cambiando con los años.
Quiero contarla por si estás triste o desesperada por fracasos amorosos, esas cosas pasan. Pero hay que estar siempre abiertas al azar y al destino, que nos pone en el lugar correcto cuando nosotras creemos estar condenadas a criar gatos. No te cierres, querida, que puede pasar tu verdadero primer amor frente a ti y tú estás perdiendo el tiempo pensando en otros que ya no existen. Así es que abre bien los ojos y para las antenas, de manera que no se te escape el único que vale.