Todas hemos invitado a nuestras amigas al café que esté de moda o a la casa, para disfrutar de este rico brebaje mientras nos ponemos al día. Y aunque de verdad es sumamente divertido, para mí no hay nada mejor como saborear un café sólo conmigo. Sí, es un poco extraño, pero suelo disfrutarlo más que cuando voy con mis amigas ¿la razón? Simple, no tengo que pensar antes de hablar.
Al tomarte un café en tu sofá favorito, con tu outfit más cómodo, sientes que realmente te estás consintiendo. Te abres a escuchar tus más profundos pensamientos, dejando volar la imaginación. Ahí no importa si lo que dices tiene sentido o estás siendo muy romántica.
Y no sólo es genial en la casa, también es divino cuando me pongo mi mejor prenda a la moda para sentarme sola en mi café preferido a mirar por el ventanal. Veo a la gente pasar apurada para llegar a tiempo al trabajo o cualquier cita importante. Incluso están los que corren por una lluvia inesperada. La verdad, es como salirse de la realidad por unos minutos: ves todo desde afuera, como si fueses invisible. Esa sensación de que nada más importa, sólo ese momento, es sencillamente sublime.
Lo mejor de tomarme un café sólo conmigo es que cuando me regalo esos minutos puedo pensar mejor, incluso si estoy llena de problemas puedo sentir que todos ellos disminuyen, porque les encuentro solución. Y si no la tienen, es como si presionara el botón de silencio a esa voz de preocupación, y sólo escuchara a mi yo interior que me dice “nena relájate, todo va estar bien”.
Amiga, de verdad: si no lo has hecho, te lo recomiendo. Te sentirás mejor y recordarás que tu mejor y más intima amiga eres tú. Porque al final ¿quién mejor para darte consejo, que tú misma?