Desde pequeña siempre tuve una visión clara y determinada de lo que haría en la vida. Viví cada año, desde que tengo memoria, en base a ese plan. Nunca me salté ningún paso, ni me desvié de mi único objetivo: convertirme en profesional (la carrera es irrelevante, pero tiene que ver con el mundo de la ciencia), ganar dinero, ser exitosa académicamente, vivir como una mujer independiente, gastar lo justo y necesario y acumular, acumular, acumular. No sólo ambicionaba dinero, también conocimiento, respeto, prestigio, publicaciones, y en definitiva, un nombre. Esa sería mi vida, fin. Como un aburrido cuento de hadas, todo saldría de acuerdo a un guión, escrito por una máquina.
Unos dos años antes de titularme, sin previo aviso empecé a sentirme incómoda con mi vida, y me di cuenta de que estaba en medio de una mentira. De pronto, cada cosa que hacía y que me llevaba hacia mi meta profesional, eran acciones que no me pertenecían, ideas prestadas o robadas incluso. Tomar conciencia de esto me hizo sentir como si cayera en picada hacia el vacío. De pronto yo no era yo, y aceptarlo fue la peor parte. Por meses libré una batalla interna entre seguir con mi plan o dejarlo, salirme de lo establecido y empezar a vivir.
Ciertamente no fue una decisión fácil, ya que por un lado tenía que descubrir cuál era mi sueño – mi sueño real – lo que implicó un largo proceso de auto-conocimiento; por otra parte tenía entre mis manos el peso del qué dirán y el miedo a la crítica. Lidiar con ello fue fundamental, y resultó en darme cuenta que la opinión del resto no importa al final del día.. Hay un punto en que se vuelve necesario soltar, dejar ir muchas ideas sobre quién "debía ser", rol al que tuve que renunciar porque nunca me perteneció.
¿Qué sentido tiene vivir “de acuerdo al plan”? La carrera profesional no lo es todo, no es ni la mitad de las cosas que importan o que deberían importar. Si te pones a pensar un poco, te darás cuenta de que ese plan que has armado para tu futuro se ha visto influenciado por un sinfín de cosas: tus padres, tu crianza, las normas que la sociedad impone, los estereotipos que encasillan a las mujeres en el mundo laboral, etc. Pocas veces ese plan habla de ti, de quién realmente eres, y de lo que quieres ser en el fondo de tu corazón. Esta frase es un cliché de los grandes, pero no puede ser más cierta: “nunca es tarde para empezar de nuevo”. En especial si hacerlo te llevará por el único camino al que deberías ser fiel: al tuyo.
Finalmente, resolví dejarlo todo y empezar de nuevo, buscar una nueva carrera, iniciar una nueva vida. Reescribir mi historia, sin preconcepciones, sin objetivos. Sin ego y con humildad, viviendo cada día como si naciera otra vez y enfrentando lo que tuviese que enfrentar sin una solución de antemano, sin reglas que seguir y sin presiones de ningún tipo. Una vida simple, pero feliz.