El otro día me junté con mi mejor amiga para comer algo rico y ponernos al día. Cuando le pregunté cómo estaba su corazón, su cara cambió automáticamente. Me contó que cierto día su pareja la dejó plantada y ella se enojó muchísimo. Cuando se juntaron a conversar, ella seguía muy molesta y fue algo “pesada” con él. ¿Y sabes qué pasó? Este mal hombre se disgustó mortalmente con mi amiga, y le dejó de hablar por varios días.
Entonces mi amiga se sintió fatal por herir sus sentimientos, y le rogó que la perdonara. ¿Te das cuenta de lo absurdo de la situación? Mi amiga está en todo su derecho de sentir molestia, pero este personaje “se enoja” por eso y es ella quien termina llenándolo de atenciones y pidiendo su perdón.
Sé que me entiendes: a todas nos ha pasado. Los hombres son criaturas extrañas que cada día me dejan más perpleja. Es que… ¿por qué ellos se pueden enojar y nosotras no? Siento que esperan que siempre estemos felices, sobretodo con ellos. Y si nos sentimos irritadas, debe ser por alguien más, pero nunca por su persona.
¡Qué injusticia más grande! ¿No crees? Es obvio que a veces nos enojaremos con ellos, si nadie es perfecto. Pero después de varios pololos he comprendido que no saben lidiar muy bien con nuestras emociones negativas: los alteran y se apartan. Lo que era una simple conversación termina convirtiéndose en una pelea, y de algún modo encuentran el camino para echarnos la culpa por hacerlos sentir mal.
Y así es como terminamos “agachando el moño”, pedimos disculpas y todo vuelve a la normalidad. ¡Pero no! No estoy de acuerdo con que ellos se puedan enojar libremente y nosotras no. Lo peor de todo es que yo soy súper enojona, y no me imagino pidiendo perdón toda mi vida por ello. Sé que tampoco es el escenario ideal ser tan gruñona, pero ¿no saben que basta un abrazo y un “te amo” para que nos sintamos mejor?
Y tú, ¿te puedes enojar o tienes que pedir perdón?