Puede que no creas en el destino. Sin embargo, a veces suceden cosas muy especiales, que te llevan a plantear la existencia de una energía sobrenatural, encargada de hacer que las cosas pasen. Hace algún tiempo, caí en manos del "destino" y sus conspiraciones, protagonizando una historia que llega a parecer mágica. Vale la pena contarles cómo el amor llegó a mi puerta.
Años atrás, con mi familia acostumbrábamos vacacionar cada verano en el mismo lugar. Es un sitio bastante silencioso y generalmente van sólo parejas adultas, así que jamás fue demasiado emocionante. Eso, hasta que por primera vez apareció una familia con jóvenes de mi edad. ¡Y uno de ellos no tardó en acercarse!. Yo nada más quería pasar el verano de una forma más entretenida. Vivíamos en polos opuestos del país, él tenía una vida que parecía perfecta y yo no creía demasiado en el amor, ni me preocupaba la idea de tener pareja. Pero ¡ojo!: tampoco quería quedar sola y criar gatos, por lo que probé, me dejé llevar y día tras día nos volvimos más cercanos.
Las conversaciones entre los dos siempre duraban horas. Me era imposible el despegarme un rato siquiera, para compartir más con mi familia (después de todo, a eso iba, ¿no?). Los planes que había hecho sobre leer y disfrutar del sol se fueron por la borda; me pasé casi todas las horas con este chico. ¡Él parecía tener tanto en común conmigo!, pero a la vez habían varias diferencias. Es lo que podría llamarse un "complemento perfecto", por lo que maldije una y mil veces el tener que separarnos al término del verano. El día llegó y creo que nunca he sentido un vacío tan extraño en el estómago. Habían ganas de más, pero tampoco podíamos comprometernos a algo. Cada uno tenía que volver a su vida, por lo que nos abrazamos, intercambiamos números y decidimos vernos otra vez si es que se daba la oportunidad.
Así fue como pasaron dos años. Hablamos por teléfono un par de veces, pero el tiempo no nos alcanzaba para comunicarnos mejor. Al final, dejé totalmente de lado ese amor, aunque de vez en cuando me ponía a pensar en cómo hubiera sido si ambos fuéramos del mismo lugar. ¡O sin tan sólo me hubiese declarado! Con el tiempo entendí que todo pasa por una razón. Y así fue: empecé la U, un día salí apurada (como de costumbre) y subí a la micro odiando al mundo. Además, ¡me carga ir de pie!. Sin embargo, ese día alguien notó mi desánimo y amablemente me cedió el asiento. Iba a agradecérselo cuando noté que era él. ¡Qué pequeño puede ser el mundo! ¿O habré sido afortunada al encontrarlo? Creo que nunca disfruté tanto de un viaje como ese.
Esta vez aprendí la lección y no mantuve mis sentimientos ocultos: no pasaron muchos días y ya habíamos compartido un beso. Muchos pueden pensar que fue rápido, pero ¿qué importa lo que otros piensen?. creo que nunca he amado tanto a alguien: mientras más pasan los años, me convenzo de que hallé a mi alma gemela. Fue el destino el que se encargó de empujarlo hasta mí, dejándome perdidamente enamorada. No todas las historias de amor terminan mal y creo que la mía es esa excepción. Como consejo: jamás se den por vencidas, ni dejen ir a alguien si hay una "conexión", porque realmente cuesta descubrir esa magia. Yo la encontré y puedo asegurar que jamás dejaré que desaparezca.