Mentirosa es aquella que se cree la señora de Mister Músculo, la mismísima Virginia o doña Clorinda. Porque la verdad es que aunque
nos encante tener la casa impecable, existen ocasiones en que sencillamente es más
fácil quemarla, que limpiarla.
A todas nos pasa: ser dueña de casa tiene sus aspectos lindos. Ese sentido de pertenencia, saber que es nuestro hogar e incluso ese rinconcito perfecto donde tirarnos al sol; pero aún así, existen momentos en que la casa parece querer comernos, masticarnos y arrojarnos por ahí, llenas de pelusas, polvo y migas de pan. Por muy increíble que esto parezca, es lo que muchas sentimos al contemplar el horrendo panorama tras un fin de semana y no saber por dónde empezar.
¿De dónde salió tanta basura? ¿Cómo llegó eso ahí? Son preguntas sin respuesta, por lo que es mejor tomar la escoba y ponerse a trabajar. En lo personal, odio profundamente el aseo de los lunes; es como si nada de lo que hice el sábado hubiera valido la pena. Paso de la sorpresa a una paulatina rabia, en que me frustro, me agarro la cabeza y empiezo a limpiar como una enajenada, sin considerar hambre, cansancio u otras necesidades básicas.
Ofuscada frente a esta constante, busqué consejo profesional y la respuesta me sorprendió tanto, que no puedo guardármela: lo primero es esconder el bidón de parafina, luego usar ropa liviana tipo pijama, poner música, buscar bolsas grandes e iniciar desde el fondo hacia la puerta. Mira todo el caos desde arriba de la cama, un sillón o la mesa, -dependiendo del lugar catastrado-, y coloca especial atención en recoger bebés, gatos, plantas, y vidrios. Con esas directrices atendidas, estarás en condiciones de tomar la escoba y tirar todo al suelo, gritar, saltar sobre la mugre, pegarle patadas –ojalá en la misma dirección- y juntar todo en una gran montaña de basura. Habiendo hecho esto, iniciar el proceso de filtro, donde seleccionarás lo que aún pertenece a la casa y lo que definitivamente no se salvó.
Según mi confiable consejera - psicóloga de profesión - la mejor manera de no quemar la casa es liberar energía, al punto de lograr tal estabilidad que hacer aseo se convierta en un ritual sanador, purificador del exterior y el interior. Todo debe finalizar con un ducha tibia y limpieza de uñas. De esta manera, tu familia tendrá un hogar reutilizable y tú, excusas para darte un tremendo relajo.
Por mi parte, si bien resulta, te recomiendo no dejar tan lejos el bidón, pero intentarlo de todas formas. Hazlo, y me cuentas cómo te fue.