Si hay algo en esta vida en lo que gasto mi dinero (además de mucha comida, oing) es en libros. Me gustan sobre todo aquellos ejemplares que parecen “biblias”: grandes y con muchas hojas. Ah, ¿y qué me dices de ese delicioso aroma que tienen los libros nuevos? ¿O de aquellos que vienen con hermosas ilustraciones? ¿O de las “ediciones de coleccionista”? ¡Son para volverse loca!
Y pues loca es exactamente como me dejaron. Es que algo tienen los libros que hasta he pensado en trabajar en una librería solo para tener acceso gratis e infinito a todos ellos. Si te gustan tanto como a mí, ¡estoy segura que has pensado lo mismo! ¿O no?
Lo más loco de mi pequeña obsesión con estos amiguitos es que necesito una “dosis” de ellos cada día. Y cuando me toca salir de casa para trabajar o para juntarme con alguna de mis amigas, necesito llevar conmigo un libro. Cualquiera, el que esté más cerca (es que siempre salgo atrasada, y no tengo tiempo de regodearme).
Así es, ¡no puedo salir de casa sin un libro! Algunas personas escuchan música, otros chatean por WhatsApp, pero yo prefiero abrir un buen libro y sumergirme en sus páginas. Aunque muchas veces, tengo que confesarte, lo saco sólo a pasear: no me quedan ni 5 minutos libres para leer un poco. Pero vaya destino cruel, siempre que se me olvida llevar un libro conmigo cuando salgo, ¡me toca esperar aburrida sin nada mejor que hacer!
Lo único malo de esta locura y de mi pequeña obsesión es que, al tener tantos libros y al escoger uno distinto cada día, me resulta muy difícil terminar alguno. Lo hago, claro que sí, ¡pero sólo después de un gran esfuerzo! ¿Será que no me gusta despedirme de ellos?
Y tú, ¿compartes esta locura mía?