Cuando tenía unos cinco o seis de embarazo meses comencé a experimentar unos sucesos bastante extraños. Aunque les podrá sonar de lo más exótico, es la pura verdad: cada vez que pasaba por el pasillo del super donde venden los productos de limpieza, se me hacía agua la boca como si estuviera fuera de una chocolatería. Me daban antojos de comer…¡detergente y suavizante!
Otro día que iba caminando por la calle, pasé por el lado de una construcción y el olor a tierra, cemento y polvo "tan apetitoso" me hizo agua la boca otra vez. La gota que rebalsó el vaso sucedió una mañana, cuando me estaba duchando y me descubrí mirando el jabón con ganas de darle un mordisco. Reconozco que olía muy rico pero ¿tanto así como para querer comérselo? Ahí caí en cuenta de que algo no andaba bien; al parecer el embarazo me estaba volviendo loca.
Comencé a preocuparme y a pensar que mi constante e insaciable hambre me hacía plantearme comer cualquier cosa. Debo reconocer que incurrí en el error más común en el que caen casi todos los seres humanos: consultar Google para saber qué me sucedía. Anoté "comer tierra embarazo" en el popular buscador, y allí, ante mis ojos, apareció la respuesta. Me di cuenta de que aquello tan extraño que me estaba ocurriendo era una especie de trastorno del embarazo, bastante poco común, pero no imposible: “la pica”.
Según lo que leí, a algunas mujeres les sucede que en el embarazo sienten ganas de comer tierra, ceniza, jabón, trozos de pintura de las paredes, ¡pelos! y un sinfín de cosas raras, asquerosas y nada nutritivas. Además, explica que el nombre "pica" se da por el nombre en latín de la urraca, un ave que come de todo.
Debo decir también que nadie sabe con certeza por qué pasa esto. Algunos estudios apuntan al déficit de hierro, o simplemente una mezcla de factores psicológicos, bioquímicos y culturales.
Este extraño trastorno no es nada grave, y si evitas satisfacer tu antojo y echarte un trozo de pintura a la boca, beber detergente o suavizante, tú y tu bebé no correrán peligro.