Con mi amiga siempre hemos tenido un trato cuando salimos a bailar: si se acercan dos chicos, y uno de ellos resulta atractivo para alguna de las dos, entonces la otra deberá sacrificarse y bailar con el amigo feo. Así ha sido establecido, y así deberá ser cumplido.
Seguramente tú tienes el mismo trato con tu amiga. Y es que no entiendo por qué, ¡pero nunca podemos quedar contentas las dos!. Un fin de semana se sacrifica ella, y otro fin de semana me sacrifico yo. ¿Cuándo será el día que se acerquen dos hombres igual de guapos a bailar con nosotras?
El último sacrificio lo realizó mi querida amiga el fin de semana pasado. Nos juntamos a disfrutar de unas ricas cervezas y a conversar de la vida. Después de un rato, y como es habitual en nosotras, decidimos que ya era hora de ir a dejar los pies en la pista. Así que nos arreglamos y partimos.
Comenzamos a bailar, al mismo tiempo que nuestros ojos de cazadoras iban “cotizando” a los asistentes de la disco. La cosa no estaba mal, y entre risas observábamos a los que nos parecían más atractivos. Después de un rato, un solitario chico se nos acercó y nos preguntó si podía bailar con nosotras. Mi amiga me miró dudosa, pero yo lo encontré lindo, así que la respuesta final fue “sí”.
Entonces vino la siguiente pregunta: “¿puede un amigo venir a bailar también?”. Mi pobre amiga ya estaba resignada y, como podrás adivinar, el amigo que llegó era ¡bastante feo! Bueno, quizás no tanto, no exageremos. El asunto es que no era el tipo de chico que le gusta a mi amiga, pero un trato es un trato, y tuvo que bailar con él igual.
De vez en cuando miraba a mi amiga para agradecerle, pues bailar con alguien que no te gusta puede ser todo un sacrificio. Yo estaba feliz, y fue todo gracias al inmenso amor que me tiene. Y ya sea que tú te sacrifiques, o sea a tu amiga a quien le toque sufrir, ¡no olviden darse las gracias!
Y a ti, ¿te ha tocado bailar con el amigo feo?