En octubre de 2013 sorprendí a amigos y familiares con mi intención de hacerme vegetariana. Ya llevaba un par de meses dándole vueltas a la idea, pero no terminaba de decidirme. Pensaba que sería muy difícil “acostumbrarse” a la idea de tomar conciencia respecto de la alimentación, renunciando al placer de la comida tradicional. No obstante, tampoco podía dejar de pensar en el horrible sufrimiento por el que pasan los animales para satisfacer la demanda de carne y sus derivados. Recuerdo a muchas personas diciéndome que si acaso “me había vuelto loca” o que ya “no iban a poder salir conmigo a almorzar”. Así que, con paciencia y bastante disposición, empecé a derribar esos mitos, teniendo muy claro que no iba a hacer que todo el mundo siguiera mis pasos, sino que más bien sería yo quien tendría que adaptarse.
Decidí comenzar con una dieta vegetariana e ir dejando de a poco la carne y el pollo, en lo que se conoce como dieta ovolactovegetariana. Continué comiendo pescados, mariscos, alimentos de origen lácteo y huevos. No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta que mis nuevos hábitos iban fortaleciéndose: ya sabía cómo alimentarme en forma saludable y variada. Cuando ya habían pasado unos 5 a 6 meses, me hice un chequeo general y mis exámenes salieron buenos: mi cuerpo estaba sano y, aunque había bajado 3 kilos, me sentía llena de energía. Estaba orgullosa por haber cumplido mi propósito. Así fue como decidí avanzar al siguiente paso: ser vegana.
Lo más difícil de iniciar un régimen vegano es el proceso de adaptación, especialmente si eres el único en tu familia o grupo cercano. De vez en cuando tenía que luchar con los antojos y tentaciones que aparecían; aprender a leer las etiquetas de los alimentos, resistir el olor de los asados o las deliciosas preparaciones "cárnicas" de mi abuela. Pero me mantuve firme en mi convicción de vivir de manera consciente y respetuosa con los animales. En este sentido, mi familia también debió asimilar a esta "nueva yo", ya que debieron variar las comidas para compartirlas conmigo y aprender recetas más contundentes, tanto en proteína vegetal como en sabor.
Ya han pasado casi 3 años desde que me embarqué en una de las mejores decisiones de mi vida. He acumulado bastante sabiduría en el proceso, y en estas ganas de transmitirla, les entregaría estos 4 consejos:
- Para que una dieta sea realmente saludable, debe ser buena no sólo para el individuo que la consume, sino que también debe permitir la supervivencia de otras 14 mil millones de personas en todo el mundo, favoreciendo una coexistencia armónica entre todas las especies. Desde este punto de vista, la mejor forma de alimentación para toda la humanidad es el veganismo.
- Infórmate todo lo que puedas: No olvides ser responsable con tu cuerpo y tu salud. Mantén controles periódicos con tu médico de confianza y lee, como buena vegana, libros e información confiable en Internet.
- Debes aprender a reemplazar los nutrientes de origen animal: Estos son el hierro, calcio y vitamina B12. El hierro de las carnes puede sustituirse por una buena combinación de vegetales. Las verduras de hoja oscura - como las espinacas y acelgas -, además de otros alimentos - como el chocolate amargo, las semillas de sésamo y calabaza - son excelentes fuentes de este mineral. Para el calcio, puedes aumentar el consumo de brócoli, leche de soya o almendras y espolvorear semillas de chía y sésamo en tantas comidas como puedas. La famosa vitamina B12 puede ser un dolor de cabeza, ya que sólo está presente en productos de origen animal. Para no sufrir carencias, una buena idea es tomar un suplemento de esta vitamina o de levadura fortificada Red Star Brand T6635.
- Buscando grupos de Facebook conocí a otras personas de mi ciudad y entorno cercano que también estaban pasando por la misma transición que yo. Gracias a ellos supe de muchas picadas y buenos datos, que me ayudaron bastante a iniciarme en este estilo de alimentación.
¿Te animaste a iniciar recientemente una dieta vegetariana o vegana? Cuéntanos tu experiencia!