Una ruptura amorosa siempre será dolorosa si entregaste todo de ti a una relación. Preguntarte por qué el fin debió llegar es un pensamiento recurrente y no hace más que provocarte daño; pero llega un punto en el que debes salir adelante, superar las dificultades y comenzar a vivir tu vida como mejor te parezca.
No todas las mujeres nos tomamos la soltería de la misma manera, pero sí es seguro que la mayoría recibe el mismo consejo: "Debes salir más y conocer gente nueva", "Sal a fiestas" o "No puedes pasártelo encerrada en casa". Otros te invitan a ser usuaria del famoso Tinder u otras redes de joteo virtual. Y es que claro, se ha instaurado el pensamiento de que la soltería equivale a descontrol; por eso, cuando les dices que eres introvertida y que no te gusta ese tipo de cosas, quedas como 'solterona' y amargada.
No nací teniendo una pareja. Todas hemos estado solteras alguna vez en la vida y vivimos esa etapa de formas muy variadas. Yo me considero una mujer introvertida; mi soltería la viví a mi modo, como me sentí más cómoda. Mi aliada fue mi propia casa, mi espacio personal en donde pude relajarme sin dar explicaciones, sólo sumida en mis pensamientos y reflexiones. Si mi relación resultó un fracaso, podía encontrar mejores historias en libros, al sentirme como el personaje principal de la ficción de turno. Me paseé desarreglada por la casa, con atuendos que si un chico los viera, correría espantado. El tiempo que le dedicaba a mi pareja, ahora lo tenía de sobra y podía emplearlo en mis propias actividades. Así que, obviamente, lo aproveché al máximo.
Dibujé y pinté mucho, practiqué con moldes de yeso, escuché música que a veces parecía graficar mi propia desgracia e incluso me las di de escritora, contándole a mi computador la tragedia de mi vida. Supe llorar todo lo que necesitaba, sin que nadie quisiera ahogar mis lágrimas o me preguntara qué me pasaba. Todo mi proceso resultó tan reconfortante, que sólo las chicas introvertidas podrían entenderme y sentir la misma satisfacción. No necesité alocadas fiestas, chicos por montón, alcohol ni drogas, ni menos una larga lista de conquistas "de ocasión". Tampoco me incomodó que me llamaran aburrida. Hoy me encuentro aquí, mejor que nunca, siendo más fuerte que ayer gracias a las experiencias vividas. Y aunque mis actividades siguen estando inclinadas a lo hogareño, tampoco me he ido al otro extremo. No necesito superficialidades para llenar vacíos: me basto para estar bien, para sanarme a mi ritmo, y eso me hace sentir orgullosa.
Querida amiga, si tú estás viviendo una situación parecida y te sientes identificada, sólo te puedo decir que debes hacer lo que sientas en este momento. Si no quieres salir de casa, no tienes por qué hacerlo: haz lo que más te gusta, retoma antiguas cosas que te divertían, sánate a tu tiempo, asiste a eventos de tu interés, invita a tus amigos a compartir contigo, pon la música a todo volumen y canta, lee libros, dibuja tus sentimientos, explora actividades que nunca te atreviste. Que no te importen los comentarios que no aportan, muévete de tu zona de confort al tiempo que tú estimes pertinente, porque después de un par de pestañeos, no te darás mi cuenta y estarás lista para ser feliz como mereces.
¡No eres aburrida, eres orgullosamente introvertida!