Existen una serie de normas a seguir en la sociedad en que vivimos, que nos sirven como orientación para guiar nuestras vidas y construir nuestro futuro. Una de ellas es la que consiste en formarnos como ciudadanos de bien, que podamos aportar a mejorar el actual vivir. Se ha impuesto la forma correcta en la que debemos desenvolvernos, que consiste en pasar alrededor de 13 años estudiando en la escuela, y el ideal para todos es continuar con una carrera universitaria a posteriori.
Pero, ¿qué pasa si escogí mal?. Es la pregunta que muy a menudo circula por mi mente; el problema es que ya estoy en mi último año, a punto de titularme, y nunca pude tomar la decisión de replantear mi futura profesión. La pedagogía es difícil, y más aún cuando es de Artes Visuales, la asignatura más desvalorada de todas. Realizando las prácticas en terreno, me desmotivó profundamente ver el estrés de los docentes, trabajando largas jornadas, quejándose cada vez que tenían el tiempo; los estudiantes, que muchas veces no toman en cuenta los conocimientos que se quieren transmitir y una se pregunta para qué haber estudiado tanto, si lo que realmente se aplica no es siquiera un 10%.
Querer abandonar la carrera es una opción. No para mí, que por obligación más que devoción debo cumplirla y finalizarla exitosamente. Mis barreras me las impone mi familia, sobre todo mi hermana mayor, que es la persona que me ha ayudado a pagar matrículas y aranceles elevadísimos. Me siento frustrada y endeudada, e insegura de no haber escogido lo mejor para mí. Pude no haber analizado todas las opciones que tenía e irme impulsivamente por la que creí mejor. Me dejé llevar por los beneficios que me ofrecieron: una beca completa.
Como era de esperar, al cuarto año de carrera la perdí por reprobar un ramo importante, teniendo que recurrir a numerosos créditos de consumo, pagados a largos plazos debido a mi pequeño sueldo de trabajadora de medio tiempo. Ha sido realmente perjudicial para mí cada fin de mes de mi vida desde entonces.
Podría llamarle crisis existencial, o simplemente un mal momento. Lo que sí tengo claro es que más que por mí, estoy cumpliendo por los demás. Si tú, amiga, estás en una situación similar, en donde no te gusta lo que estudias y temes dar pie atrás por lo que dirán los demás, debes tener en cuenta que la vida es una sola. Estás cimentando tu futuro con las decisiones del presente: te entrego todo el valor y fuerza que yo no tuve, te sentirás más aliviada y mejor contigo misma, realizando las cosas que sí te gusta hacer. El regaño durará un tiempo, pero tu felicidad no tiene precio ni fecha de caducidad.
Como consejo alternativo, si eres como yo y no te atreves a abandonar una carrera que has empezado, termínala de la mejor forma posible, para que con el tiempo se revele ante ti tu verdadera vocación. Date la oportunidad de estudiar por segunda vez, quizás todo lo que tuviste que pasar era necesario para que por fin comprendieras tu destino. También te podrías dar cuenta que no todo es estudio, que la Universidad no es para ti; en ese caso mucho éxito en tus emprendimientos y haciendo lo que te gusta.
Todo error termina siendo un aprendizaje dentro de tu vida. ¡Ánimo!