Las primeras citas siempre han sido muy importantes para ver si hacemos 'click' con otra persona, si se da una química especial para continuar con una hermosa amistad o una relación de pareja a todo dar. Sin embargo estas salidas no siempre son las mejores y esa ilusión que teníamos puede irse a pique fácilmente.
Y claro, porque a veces nos pasamos la media película antes de llegar al lugar de encuentro e idealizamos al hombre guapo que conocimos. Quedamos de cenar con él, suponemos que conversaremos de todo, tendremos intereses en común, nos tratara como a unas princesas y será poco menos el amor de nuestra vida.
Llegamos y nos encontramos con este bombonazo que nos puede encantar físicamente, pero ya cuando pasa un rato nos damos cuenta que hay cero, pero lo que se llama cero feeling. Ni siquiera una pizca de química, ni de algún detalle que nos haga sentir atraídas. Incluso hasta sentimos que estamos compartiendo un rato con nuestro hermano.
Esos típicos silencios donde no sabes qué decir, ya que estás tan aburrida que hasta las ganas de hablar se te quitan. Y el guapetón por su lado tampoco dice nada, ya que ambos se han dado cuenta que no hay nada qué hacer (un momento muy incómodo, por cierto). Lo peor es que tampoco establecen una comunicación de ningún tipo, divertida por último para ser amigos, tirar la talla y reírse un buen rato: Definitivamente no encajan en nada.
¡Que frustrante! No hay nada peor que sentirse obligada a estar sentada en una silla porque tenías una cita y no resultó. Simple: Toma tus cosas, párate y ándate. No es tan tirado de las mechas tampoco. Pero siempre siendo una dama y sincera, lo mejor es que le digas al galán que es evidente que no funcionan ni como amigos ni como pareja, y que lo más sano es que ambos sigan por su lado ¿para qué estar perdiendo el tiempo con alguien que no te mueve ni un pelo ni tú a él?
Antes de salir corriendo, quedarte mirando el techo horas o escaparte con el típico 'voy al baño y vuelvo', mejor es conversar las cosas y así ninguno queda enojado ni nadie queda mal parado tampoco. Y bueno, nada es tan terrible: nunca se sabe si en aquella cita puedes conocer a otro bombón por ahí, ja. Como dicen, siempre cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.