Hace un tiempo conocí a una chiquilla que resultó ser una persona súper complicada. Su mente funcionaba en torno a la desesperación, protagonismo, y por sobre todo al mal carácter. ¿Han notado esa gente que cuando le dicen que "no" se enoja con todo el mundo? (como para que se hagan una idea).
La cosa es que en mi dedicación por el prójimo tuve un par de meses de compasión y entendimiento con ella. Decidí ayudarla dentro de lo que pudiera. Desde un principio le canté clarita la canción: nunca he sido de esas minas atrapantes que sufren y reclaman en público. Siempre he sido más reservada con mi vida, sobre todo con gente que vengo recién conociendo, cosa que aprendí gracias a mi ingenuidad del pasado. No me hago problemas y siempre hablo lo que hay que conversar, además sí puedo sonar un poco dura en ocasiones, pero hace bien decir y escuchar las cosas como son, con respeto por supuesto.
La cosa es que como es habitual en mí, terminé siendo una suerte de psicóloga para ella, lo que con el tiempo se volvió bastante reiterativo. Aunque noté un vuelco positivo en su actitud hacia el resto, la cosa se empezó a poner media "cuática" en cuanto a su necesidad de saber y preguntar por todo lo que había estado haciendo en los momentos en que no estábamos juntas.
Lo anterior provocó en mí un rechazo inmediato. O sea, ni mi pololo me da jugo o controla a ese nivel. Para qué hablar de mi mejor amiga, a la cual conozco desde primero básico. Era cosa de ver mi celular en la mañana (primera hora) con la pregunta de rigor que se turnaba entre el "¿dónde estás?", "¿qué hacías anoche conectada tan tarde?", "¿por eso te atrasaste hoy?" y "no me avisaste que te ibas más temprano", además de llamadas perdidas varias. Ustedes dirán, "oye pero no seas pesada, está intentando ser amigable" pero no señor: en mi vida el sentirse sofocada por algo o alguien no está en discusión. Cuando las cosas se hacen de manera forzada nunca salen bien.
Unos cuantos no, otras evasivas, etc hicieron que mi relación con ella cambiara luego de sus ataques y miraditas raras cuando conversaba con otra persona o iba a hacer cualquier cosa sin avisar (ni a mi mamá poh). Hasta que un día me tragué el show de la vida por chat y morí en el intento de hacerle ver lo equivocada que estaba. No sé ustedes pero eso de siempre querer saberlo todo o intentar inmiscuirse en mis salidas con amigas externas, pololo, familia, fue raro. Era como si de alguna manera existiera una competencia en la que nunca me anoté, así que luego de la última función decidí poner punto final y dejar de pescar.
Las relaciones, sobre todo las que establecemos con amigas, debieran ser mucho más libres y espontáneas. La idea de repetir mil veces las cosas o complicarse por pavadas es otra forma de estrés. Por suerte, con los años te vas dando cuenta de que la lista de personas que te quieren así y porque sí baja considerablemente, pero está bien para mí. Perdiendo a veces se gana y conservan mucho más los lazos.
¿Y tú, has pasado por algo similar?