Los tiempos cambian. De un día a otro, lo que considerabas que estaba bien dejó de estarlo. Las personas con mentalidad abierta son las que sobreviven a estos cambios, logrando adaptarse y seguir su rumbo junto a la sociedad actual. Sin embargo, hay personas mas adultas que nosotras que continúan conservando sus ideales de antaño. No es algo que deba importarnos, pero el tema es distinto si de trata de nuestros padres y peor aún, si tienen sus creencias religiosas pegadas a la piel.
Te pongo en mi caso. Mi familia y yo siempre fuimos religiosos. Llevábamos un estilo de vida acorde a lo que creíamos y predicábamos. Todo iba bien hasta que me enamoré de mi actual pareja. No digo que esto sea malo, ¡todo lo contrario!. Él era sacado de un cuento de hadas: sencillo, humilde, no tomaba, no fumaba y era muy romántico. ¡Era perfecto!
Cuando mis padres lo conocieron, de inmediato percibieron su perfil como si fuera un miembro de nuestra iglesia. Para mí, eso era una aprobación inmediata. Sin embargo, cuando les comenté que no lo era, comenzaron a surgir las diferencias con mis padres, ya que se nos enseña que el ideal es tener una pareja que sea de la misma religión.
Fue duro chicas, no lo niego. Estuvimos mucho tiempo a escondidas, ya que no contábamos con su aprobación. No podía quedarme en su casa ni él en la mía. Y cuando podía hacerlo, tenía que dormir en otra cama o en un sillón. ¡Era horrible! No sólo lo era para nosotros, sino que para mí misma. Siempre obedeciendo a mis padres, a "lo correcto", y de la nada me vi en todo este contexto.
Llegó el momento en que decidí que las cosas no podían seguir así. Las conversaciones con mis papás no funcionaban, no estaban dispuestos a recibir puntos de vista fuera de la iglesia y ni siquiera tenían considerado el tipo de persona que había escogido yo. Simplemente, para ellos era un 'no'. Pues bien, su "no" los llevó a que su hija se fuera de la casa como medida de protesta.
Puede que haya sido una decisión de niña mimada, pero fue la correcta. Cuando se calmaron las aguas de lo que pasó, pude ver en ellos un cambio que, si me hubiera quedado en casa, nunca hubiera visto. Eso también les ayudó a tener menos problemas con mi hermano menor y a tener mayor disposición de escucha con él.
En conclusión, la religión no es la que define a las personas, ni lo que está bien o mal. Hay que saber diferenciar entre lo realmente bueno (las decisiones que te traen paz) con el "fanatismo". Si ves que las charlas no están llevándote a ningún lado, tomar otras decisiones puede hacer el cambio, aunque a veces parezcan muy drásticas.
Y a ti, ¿te ha pasado algo similar?