Dormir es un acto que realizamos diariamente desde que nacimos. Nuestros primeros acompañantes fueron nuestros padres, que nos daban seguridad y cariño para descansar tranquilos. Al cumplir cierta edad, aprendimos a sentirnos seguros en nuestro espacio. La felicidad máxima fue elegir el color de nuestras paredes, los dibujos de las sábanas y hasta si queríamos o no dormir con pijama.
Apenas logramos acostumbrarnos a estas libertades, cuando aparece "cierta persona" para compartir contigo el acto tan íntimo de dormir. Si aún no cuentan con su casa y su cama propias, esta experiencia se puede vivir en un viaje o hasta en el hogar paterno, si en tu familia son "open mind" y lo permiten.
Existe una gran diferencia entre dormir solos y hacerlo acompañados. Esto, porque obviamente elegimos con pinzas la persona que compartirá este acto con nosotras. Debemos tenerle full confianza, pues nos verá despeinadas y observará nuestra respiración mientras dormimos, e incluso percibirá aquellos ronquidos que podemos emitir. Por eso, es fundamental que nos dé seguridad 100 por ciento.
La sinergia que se genera al dormir juntos es algo indescriptible. Al mismo tiempo en que nos sentimos protegidas, también protegemos; abrazamos y somos abrazadas. Estás con alguien que te comprende a tal nivel, que ni siquiera las palabras son necesarias para comunicarse. Comparten un momento de paz y tranquilidad, en donde nada más importa, sólo estar juntos. En medio de la noche sientes que te toma de la mano, te acaricia con los pies, te da un beso en la frente y te abraza con más fuerza. Esos son actos de cariño puro. No es tu papá, ni tu hermano o un primo que se queda en casa a veces: es esa persona que ganó un espacio en tu mundo interior, al punto que dormir juntos termina siendo una experiencia hermosa y plena.
Y a ti, cuando duermes en pareja, ¿qué cosas increíbles te ocurren?